sábado, 3 de septiembre de 2011

De las hormonas

Y ni hablar de la actuación de las hormonas que se encargan de transformar tantas pero tantas cosas, que no sé como logran cumplirlas con tanta eficiencia. Dicen que “quien mucho abarca poco aprieta”, pero en el caso de las hormonas no es así.



a) Del carácter

Lamento comunicarles que esto, sin duda, empeora. Adivinen a qué está ligado el cambio de carácter. Sí, a lo hormonal. Si la llegada del período menstrual nos alteraba, no les cuento lo que pasa con su retirada. Lo que es increíble es que eso, que acontece a lo largo de casi cuarenta años de nuestra vida, nos haya sorprendido mensualmente. Mes tras mes nos preguntábamos invariablemente: no sé que me pasa, estoy irritable y sensible, con ganas de llorar. ¿Será psicológico? ¿Estaré deprimiéndome? ¿Será por algo que pasó con él? No hay perder la oportunidad de culparlo. ¿Mis padres tal vez? A los padres tampoco. Nuestro carácter es mucho “pedor” (parafraseando a uno de mis nietos a los dos años, al que no le salía decir peor). Porque seguimos sin saber lo que nos pasa, pero ahora más rabiosas que antes; y ni siquiera está el alivio de saber que después de menstruar volveremos a la normalidad, porque ella se fue para no volver. A los hombres también les da malhumor; podría ser su andropausia, pero lo más probable es que estén hartos de tener una menopáusica irritable a su lado.



b) De la temperatura

Tenemos diversos tipos manifestaciones de esta nueva etapa a la que se denomina CLIMATERIO, palabra que proviene del griego Klimater, cuyo significado es escalón. Lo que les faltó especificar es si es ascendente o descendente (el escalón). No se pueden dejar las cosas tan abiertas a la interpretación. Hasta que averigüé que Climaterio no hacía referencia a los cambios de temperatura que sienten las mujeres, yo endiosaba al inteligente al que se le había ocurrido una denominación tan justa.

Alrededor de los cincuenta años empezamos a tener alteraciones de nuestro ciclo menstrual. Su desaparición, creo que a pocas mujeres les preocupa. No se alegren, no es tan sencillo este proceso femenino. Lo que deja de suceder por un lado, las pérdidas lógicas del período menstrual, se convierte en torrentes de sudor por otras vías: nuca empapada, piernas, espalda, lugares rarísimos. En algunos casos, la sudoración hace que amanezcas con el pelo pegoteado, parado, empapado.

Están las de otra categoría, que son las que tienen sofocones diurnos. Les sube el calor como un fuego, se ponen coloradas, y después de un rato cede hasta la próxima oleada, que acontece al rato. Ahí empuñan el abanico a la espera de que a algún iluminado se le ocurra inventar un aire acondicionado portátil, para la cartera de la dama o el saco del caballero.

La sensación de calor corporal, en general, aumenta en ese período. Razón por la que todo tu vestuario, con el que te sentías cómoda, elegante, divina, deja de ser funcional a tus necesidades. Y lo grave no es solo eso, que ya es bastante, sino que sucede algo apocalíptico para algunas mujeres: sus panzas otrora cóncavas comienzan a ser convexas. Todo por culpa de esas malditas hormonas. ¿Por qué tuvieron que incluirlas en nuestro cuerpo? Siguiendo con lo que les decía, ahora no solo no nos sirve la ropa por el calor que sentimos, sino porque al ser abdominalmente convexas, nos cambia la figura, ergo la talla, y todo lo que era metido para adentro (blusas, remeras, etc.) tiene que ir por fuera de los pantalones y polleras. Se necesita una punta de talles más. Esto ya se convierte en algo insoportable.

En un principio no sabés como vestirte, ni dónde comprar la ropa. Hasta que te vas acomodando al conjunto menopáusico que empezaste a integrar sin saberlo.

Otro de los problemas que acarrean estos cambios de temperatura son las peleas conyugales. Aquellos que nos conocieron con un termostato todo terreno se encuentran, sin aviso, con que ahora queremos abrir las ventanas o prender los equipos de aire en pleno invierno, y nuestros partenaires, que ya no son jovenzuelos tampoco, están siempre al borde de la neumonía. Y te pasás diciendo: Viejo, te traigo una tacita de té. Disculpame, no soy yo, son mis hormonas. Ellas son las que te llevaron a semejante deterioro. Les aconsejo hacerse socios de un buen servicio de salud previamente, para estar preparadas para el evento.



c) De los huesos

Otro capítulo en el que lo hormonal mete la cola son los huesos. Si llegás a tener osteoporosis, estás en el horno. Atención: peligro de quebraduras. Te convertís en una futura posible candidata a no poder valerte por vos misma. Esto daría lugar a que tus hijos impartan, a alguna persona responsable (tutor o encargado) las siguientes instrucciones: sáquenla cuando haya sol y éntrenla cuando esté lloviendo. De todos modos no lo tomen al pie de la letra porque tampoco es tan así, no es que te convertirás necesariamente en eso que describo. Soy terriblemente exagerada.



d) De los Pelos

A esta edad se notan particularmente los cambios que acontecen a nivel corporal; el pelo cambia de textura. El color deja de ser el natural, a esta altura tiende al gris y yo no tengo nada en contra de ese color, es más, siempre me pareció muy fino, pero no para portarlo en mi cabeza. Yo me digo lo que decía un amigo: “No, gracias, me repugna”. Eso sucede siempre y cuando tengas la suerte de que algunos pelos subsistan en algún lugar de tu cuerpo. Lo paradójico es que faltan donde estamos acostumbradas a lucirlos y crecen de manera anárquica y descendiente en partes extrañas, como por ejemplo en la barbilla, o en los bigotes. Por eso muchas señoras mayores pinchan. El tema de pinchar en este caso no es satisfactorio. Me parece que Freud no se dio cuenta de que, en la adultez mayor, la mujer es recompensada por su histórica envidia al pene; en su reemplazo, la naturaleza nos otorgó un elemento erecto y alargado, para alardear o tal vez para vengarse pinchando. Lo que es seguro es que no hace falta viagra alguno para su erección. Sale una y otra vez con el mismo vigor. Por fin seremos parecidas a ELLOS, los varones. Cuesta pero se llega.

e) De la tiroides

A esta altura de la vida ya no se es más oligarca o proletario. Se es Hipotiroideo o Hipertiroideo. Si pueden, sean hipertiroideos; creo que es mejor. Me parece más canchero, ya que tienen el metabolismo acelerado y así queman grasas. Mientras los hipo las juntan. Pero en fin, uno no lo elige, hay que resignarse. Los laboratorios son tan buenos y solidarios que a cada patología le están buscando un remedio; no recuerdo si era así o al revés, que a cada remedio le buscaban una patología. Da lo mismo, ¿no?

Si sigo con este tema me voy a deprimir antes de terminar el capítulo. Pero les diré que es casi interminable.

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