sábado, 3 de septiembre de 2011

De la evolución

Escuché muchas veces, a lo largo de mi crecimiento, el siguiente cliché: “… si no sos comunista a los 20 años, sos boludo a los cuarenta…” (perdonen mi francés) Mi experiencia me indica que esto es al revés: si no se es un poco boludo hasta los 20, ¿cuándo lo vas a ser?. Esa época ofrece un abanico enorme de posibilidades. Se puede ser desde muy idealista hasta un snob insoportable. Es un momento embrionario de las personas, con estímulos muy fuertes y elecciones importantes a realizar, sin tener experiencia en casi nada. En ese período es común sostener la autoestima basándose en el prejuicio y en la discriminación. Recuerdo algo que me pasó a los doce años: yo tenía esa edad pero estaba en segundo año del secundario, y varias chicas, que se las tiraban de intelectuales, se me acercaron y me preguntaron si sabía quién había escrito “La Divina Comedia”. Se me hizo la noche, me sentí morir; para mí, ese momento era “una maldita tragedia”. Seguro que yo me defendí pensando de ellas: estas grasas, mersas, etc. Ambas necesitábamos afianzarnos por las inseguridades que padecíamos: unas preguntando, yo pensando discriminatoriamente.

Depende de los estratos socio económicos que tomemos como parámetro, pero los veinteañeros de la clase media a media alta no tienen calle. ¿No es ése el MOMENTO para equivocarse? Además, afortunadamente, se cuenta con mucho tiempo para aprender y reparar. Pero si no se va elaborando una relación respetuosa con los otros camino a los cuarenta, de ahí en adelante, hay muchas chances de convertirse en un superboludo. ¿No lo creen? Las personas de los diferentes medios sociales, con su potencial, despliegan sus posibilidades; y se inauguran lazos. Se forma un nuevo conjunto en la vida, por afinidad. Es esto a lo que me refiero cuando hablo acerca de la equidad o de lo compensatorio que nos empareja con el prójimo. Sería deseable que los individuos fueran más elásticos, comprensivos, solidarios con el paso del tiempo. En general, el proceso de conocerse y saber de las limitaciones propias lleva mucho tiempo, y el batallar con ellas aún mas; pero este aprendizaje favorece para poder revisar las inconsistencias que sufrimos durante la evolución de nuestra propia vida.

Hasta aquí todo muy bonito, pero ¡surprise! Todo esto que enuncié no sucede en la mayoría de los casos en general, y en particular no se manifiesta con frecuencia, en los adultos mayores. Esto se develará en el próximo capítulo.



De las incontinencias

Si bien el adulto mayor puede haber evolucionado en el sentido expuesto anteriormente, resulta que la mayor seguridad adquirida en el transcurso de la vida, la laxitud muscular y el cansancio de los años hacen lo suyo. No hay ni tiempo, ni ganas de disimular lo que se piensa o se siente.



a) De la incontinencia verbal

Los adultos mayores se callan poco, dicen lo que quieren, se les cae de la boca lo que piensan (amén de la comida). Hace algunos años, la madre de una amiga me invitó al festejo sus 90 años. Ese día yo había trabajado desde temprano en la mañana hasta las ocho de la noche; estaba cansadísima. Era un día lluvioso, húmedo. Una tragedia para mi pelo. Llegué a casa para acicalarme un poco. Sentía que no tenía arreglo posible. Me hice una cola de caballo, me cambié y partimos para el ágape. Ilse, que así se llama la señora del cumpleaños, de origen y acento alemán, me expresó a boca de jarro: Silvia, estás ¡horible! Esa Schwantz (cola de caballo) que te hiciste, te queda ¡horible! Como yo ya no era una niña, me causó gracia lo que me decía tan livianamente; y a partir de ahí, la palabra horible remplazó a la de las dos erres entre mis allegados. La otra opción que podría explicar la incontinencia sería que, inconscientemente, aparezca esto de “Hable ahora o calle para siempre”; y como la conciencia de finitud no es sonsa, prefiere aprovechar la oportunidad y decir lo que supone debe ser dicho. No sea cuestión de arrepentirse y que luego sea tarde. Total, tenemos toda la muerte por delante



b) De las otras incontinencias

Me parece innecesario explayarme al respecto. Al que le quepa el sayo, que se lo ponga. Lo único positivo que tengo para aportarles es información. Alégrense. Si a alguna lectora le sucede que, cuando tose o estornuda, se le escapa invariablemente un poco de orina, tiene solución. Según indicación médica, pueden incorporarles una pequeña prótesis detrás de la uretra y es como si dijeran: Sin Salabín, despareció el orín (esta vez sí, gracias a la cirugía).

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