Este trabajo lo he presentado hace muchos años en unas jornadas. Obviamente ninguno de los nombres, edades y/o actividades son los de mi paciente o su familia.!!! Advertencia ¡¡¡ El que no es profesional en psicología puede llegar a aburrirse a la mitad del trabajo o tal vez antes.
Miguel De Unamuno, en su libro Niebla, dice
"…Los hombres no sucumbimos a las grandes penas ni a las grandes alegrías
porque esas penas y alegrías vienen embozadas en una inmensa niebla de pequeños
acontecimientos. Y la vida es esto, la niebla…." . Yo creo que nosotros,
terapeutas, trabajamos junto a nuestros pacientes con los relatos que ellos nos
hacen de sus vidas, o sea que al decir de Unamuno con la Niebla, intentando
desentrañar de ella a los pequeños grandes acontecimientos que marcan sus
creencias, condicionan sus conductas y
modelan su afectividad.
El propósito
de este trabajo es reflexionar acerca de la problemática, La Niebla, de muchas
mujeres que presentan síntomas depresivos y que están estrechamente
relacionados con su posicionamiento vital.
Esta es la
historia de María o cualquier otra envuelta en su propia Niebla. María proviene
de una familia de clase media. Hija mayor de tres hermanos. El único varón era
su hermano del medio, Ignacio, al que ella le llevaba dos años. Carolina es la
hermana menor, con una diferencia de dos años con su hermano Ignacio y de
cuatro años con María. A Ignacio le diagnostican a sus seis años una patología
neurológica con un pronóstico de deterioro creciente en sus funciones, y así
fue que poco a poco no pudo caminar, debía ser transportado en silla de ruedas.
Esta enfermedad lo llevó a la muerte a
los diecisiete años. Desde la leyenda familiar, María relata que a causa de
este diagnóstico la madre comienza a tomar alcohol por un período muy corto,
razón por la que asiste a Alcohólicos Anónimos donde logra su recuperación y
sigue asistiendo hasta el momento. Describe a su madre como pasiva y a su padre
como un hombre muy ligado a su mujer en una relación simbiótica y con
dificultades para tener una estabilidad económica, con una actitud dispendiosa
que lo hace correr riesgos patrimoniales.
Indagando su
historia vimos cómo la enfermedad del hermano y la aflicción que generó en sus
padres marcaron en María la necesidad de ser una chica que no trajera
problemas; ya era suficiente para sus padres la enorme preocupación por el
destino de su hermano y, además, sus propios temores por la salud de su madre.
Obviamente nada de esto era consciente. María se describe como una chica muy
dócil, querida y mimada por sus padres. Le iba muy bien en el colegio pero para
sus papás no era muy importante, ya que María
se casaría y eso era lo más importante para ellos; y lo que era
importante para ellos también lo era para sí misma. Esto nunca fue dicho pero
estaba sobreentendido.
Cuando
creció, ingresó a la universidad. Estudiaba y simultáneamente trabajaba, tenía
18 años. Su única experiencia de pareja anterior al matrimonio es la de haber
salido con un chico muy divertido y ella acota "que él fumaba
marihuana". En este contexto, a las pocas semanas de cortar su relación
con él conoció a un muchacho muy serio, buen mozo y emprendedor y que al poco
tiempo le ofreció casamiento; ella lo aceptó encantada. Ahora se cumplirían los
anhelos suyos y de los padres. María nunca había pensado en qué implicaba el
hecho de casarse, nunca se le ocurrió que ella podía y debía pensar acerca de
su propia vida, cómo quería que fuera.
Y éste es un
hecho muy común, es una creencia que tuvo y aún tiene el aval social, que se
asemeja a los cuentos infantiles, donde es habitual que el final de una
historia sea el casamiento y como consecuencia se predice una vida feliz,
comiendo perdices y “colorín colorado el cuentito se ha acabado”.
Pero la
verdad, es que con el casamiento no sólo no acaba ningún cuento, sino que es
donde se inaugura otro capítulo de la vida, supuestamente adulta, tal vez el
más importante y fundante, en la medida que se forma una familia y con el
advenimiento de los hijos se estrenan funciones y lazos a perpetuidad.
En María el casamiento implicó no sólo dejar
la casa de sus padres, sino que también dejó sus estudios, dejó su trabajo y
nada de esto se hizo con pena. La vida de algunas mujeres que se casan es así; abandonan todo
para dedicarse al marido y a los hijos, y además, si sienten nostalgia y
malestar, aunque sea tardíamente, por tanta renuncia sin consciencia, se
asombran de lo que les está pasando. Se preguntan: ¿Me estaré volviendo loca?
¿De qué me estoy quejando?
El único
ejemplo vívido que ella tenía de ser la esposa de alguien era el de su Mamá. Su
Mamá a su vez había aprendido a ser mujer de su propia Mamá, o sea de la abuela
de María; y todas ellas, que no habían pensado en este complejo proceso, se
deslizaban al matrimonio asintiendo sin saberlo, que el marido era aquel que se
ocupaba de las decisiones importantes
con respecto al trabajo, al dinero y de paso a la vida en general.
María pasó
de la dependencia de sus padres a la de su marido. Lo que era una modalidad
consensuada en época de su abuela fue cambiando en forma imperceptible en época
de su madre e indudablemente en la época que a ella le toca vivir.
María nunca
había pensado que ella tenía que pensar qué quería ella para ella, si le
gustaba esto o aquello, si lo quería hacer así o asá o si compartía criterios
con su marido. Se querían y gustaban y eso era suficiente.
Su vida de
casada se fue desenvolviendo como Dios manda, esto quiere decir como ella había
aprendido que debía ser.
Tuvo tres
hijos, siempre estaba muy atenta a sus necesidades y muy pero muy ocupada,
cumpliendo con todo lo que ella creía que quería y se esperaba de ella.
En un
momento dado María empezó a sentirse muy triste, con muchas ganas de llorar y
no sabía por qué. Tenía supuestamente todo lo que creía que debía querer: un marido que se ocupaba
de lo económico exitosamente, tres hijos, que a su parecer eran divinos, de
once, ocho y cinco años, salud, una casa muy agradable, auto, vacaciones,
viajes, salidas entretenidas con amigos del matrimonio. En este momento, a sus
32 años llega María a la consulta psicológica.
Relata no
tener ganas de hacer nada, no come, no duerme, tiene ganas de llorar todo el
tiempo, siente que hace todo mal, se olvida de hacer cosas, se irrita
fácilmente. Ella decía "…me desconozco, no parezco YO". Comenta al
pasar que si está viendo televisión y escucha que llega su marido se incorpora
inmediatamente y aparenta estar arreglando placares. Refiere haber tenido
algunas discusiones con su marido y él la ha insultado, además nota que no
puede disponer dinero con cierta libertad ya que todo lo debe consultar con él.
Sus fines de semana los detesta, está sola llevando a los chicos de aquí para
allá y su marido, al que le encanta
jugar al golf, dispone de esos días para su deporte, del que ha llegado
a ser campeón. Ella piensa "…Claro,
trabaja tanto que bien merece este esparcimiento”.
María está
perdida, desvalorizada, anónima para ella misma. No sabe quién es , ni qué
quiere.
Podemos
seguir el despliegue de sus de creencias arraigadas puestas en acción. Comienza
su matrimonio sintiéndose querida y halagada por su marido. Nacen sus hijos como
consecuencia natural de haberse
casado, se ocupa naturalmente de
ellos, es natural pasar noches en
vela a su lado, es natural aprender
sus necesidades, contenerlos, impulsarlos, enseñarles cada una de las cosas que
van aprendiendo. Es natural estar
atenta a su salud, alimentación, vestimenta, rendimiento escolar, vida social y
deportiva. Es natural que la casa
funcione estando abastecida, con la ropa al día, las camisas del marido
planchadas y sus pantalones de tintorería, es natural que los arreglos de los desperfectos hogareños que sucedían
fueran subsanados rápidamente, es natural
llevar la agenda familiar y social de los cumpleaños convirtiéndose en la
memoria de hijos y marido efectuando las compras de los regalos respectivos, y
estar atenta a su familia primaria como así también a su familia política y
etc., etc., etc.
Todo esto
que se describe como natural deja de
ser importante, porque sólo es lo
que se debe hacer. Y si para colmo de males estas mujeres tienen una empleada
que las ayuda, mucho peor; ahí si que su desempeño es evaluado como nulo.
Parecería que la tracción a sangre es la medida del sacrificio y el parámetro
de lo valioso. Este punto es relevante con respecto a las creencias femeninas,
ya que veo con enorme asiduidad que lo que está ligado a la acción y al
cansancio físico o psicológico por las tareas relacionadas con lo cotidiano de
la casa y la familia les está vedado reconocerlo a ellas mismas, pueden admitir
que sus maridos sientan cansancio en sus respectivos trabajos y deleguen tareas,
pero para ellas, tener ayuda lo viven como una comodidad que les quita mérito.
Hecho que los maridos confirman.
Convengamos
que es poco frecuente que en la vida diaria se halague explícitamente a la
mujer porque los chicos estén bien o porque la casa funcione. Esto es lo que corresponde. Tampoco nadie piensa, ni
ella misma, que también se puede decir: Claro, trabaja tanto que merece algunos
momentos propios, para lo que ella decida.
Nada de lo
que ella hacía tenía valor. Ella lo creía así. Todo este proceso se fue
desarrollando a lo largo de 12 años de su vida donde también es natural que en
el fragor de la rutina se interrumpan, por tácitos, los sentimientos explícitos
de afecto y de halago.
María no había incorporado aún el ingrediente
fundamental que es "ser ella misma" que es lo que necesitamos también
los adultos para sentirnos bien, no
confundirnos con el otro, ejercitar nuestra libertad de pensamiento y acción,
poder fundamentar lo que queremos y sentimos y ser respetados y reconocidos por
eso. Necesitamos sentir que existimos. Recuerdo un paciente que me decía
"…Porque yo con mi mujer, juntos, codo a codo, somos mucho más que dos; y
recuerdo que le contesté que ahí justamente residía su problema, ya que solo se
sentía mucho menos que uno…" Y así se sentía María, menos que uno y no
existía el codo a codo.
Este proceso
que consiste en estar atento a la propia existencia parecería ser muy natural, pero no lo es. Es interesante
ver cómo, cuando nunca se ejercitó el identificar y reconocer los deseos
propios, aparece una sensación de discapacidad para lograrlo; y realmente no es
fácil, porque esos deseos andan entremezclados con los deseos de los otros
significativos, y aquí aparece un área de trabajo fundamental que es la
discriminación.
Estos procesos
de búsqueda de la propia identidad y de una identidad valorada siempre son
costosos, pero aún lo son más cuando se deben concretar al lado de un marido
que a su vez viene con sus propios mandatos histórico familiares y opone
resistencia al cambio.
Otro de los aspectos importantes a tener en
cuenta es que a las mujeres que acceden a la maternidad sin haber alcanzado una
autonomía personal les resulta enormemente difícil la crianza de sus hijos, ya
que, al ser ellas aún niñas emocionalmente, hace que la tarea de educar sea una
materia conflictiva y generadora de enorme inseguridad, ansiedad, angustia y
cansancio. En general no se sienten tranquilas con los límites que ponen, dudan
acerca de lo que corresponde o no y esperan muchas veces que los maridos las ayuden con esto. Éste es otro flanco de
labilidad que la mayor parte de las veces lo traen a la consulta lateralmente
sin registrar el cuantum de energía y aflicción que esto les provoca.
En el caso de Juan, el marido de María, él
provenía de una familia en la que los roles de los hombres eran fuertes, igual
que en la familia de ella." Refiere que el padre de Juan era muy autoritario.
Veamos cómo se armó la pareja de María y Juan; al casarse formaron lo que yo he dado en llamar una Sociedad de Responsabilidad Compartida en la que la división de tareas está acordada tácitamente, ya que de esto no se habla en general cuando las parejas son muy jóvenes; para los fines prácticos, fue así: María manejaría la casa, los hijos y lo social, y él trabajaría para sostener económicamente este engranaje. Si suponemos que esto que se estipula sin hablar y sin saber, supone que los dos miembros de esta sociedad tienen un acceso libre y equitativo a todo lo que vienen desarrollando individualmente, ya que de eso se trata una sociedad, nos estamos equivocando. Lo que sucede habitualmente es que se rigidifican los roles y la mujer queda aislada de la vida productiva económica de su marido, en una palabra, del mundo del afuera; y el marido queda excluido de la educación y la cotideaneidad de los hijos y de la casa, en una palabra, de la dinámica del adentro. Es usual que las mujeres sientan a sus hijos y a la casa mucho más de ellas que del marido y que el marido sienta que su empresa, su trabajo, el mundo laboral, es de él. Vemos cómo los estatutos, nunca explicitados, de la Sociedad de Responsabilidad Compartida, generaron un atrincheramiento de cada uno en funciones que fueron adquiriendo una rigidez nociva. Parecería que se ha convertido en una Sociedad de Responsabilidad Limitada.
Veamos cómo se armó la pareja de María y Juan; al casarse formaron lo que yo he dado en llamar una Sociedad de Responsabilidad Compartida en la que la división de tareas está acordada tácitamente, ya que de esto no se habla en general cuando las parejas son muy jóvenes; para los fines prácticos, fue así: María manejaría la casa, los hijos y lo social, y él trabajaría para sostener económicamente este engranaje. Si suponemos que esto que se estipula sin hablar y sin saber, supone que los dos miembros de esta sociedad tienen un acceso libre y equitativo a todo lo que vienen desarrollando individualmente, ya que de eso se trata una sociedad, nos estamos equivocando. Lo que sucede habitualmente es que se rigidifican los roles y la mujer queda aislada de la vida productiva económica de su marido, en una palabra, del mundo del afuera; y el marido queda excluido de la educación y la cotideaneidad de los hijos y de la casa, en una palabra, de la dinámica del adentro. Es usual que las mujeres sientan a sus hijos y a la casa mucho más de ellas que del marido y que el marido sienta que su empresa, su trabajo, el mundo laboral, es de él. Vemos cómo los estatutos, nunca explicitados, de la Sociedad de Responsabilidad Compartida, generaron un atrincheramiento de cada uno en funciones que fueron adquiriendo una rigidez nociva. Parecería que se ha convertido en una Sociedad de Responsabilidad Limitada.
Lo que
encontramos en este punto es que ya ninguno de ellos tiene 20 años, están transitando
los treinta y pico, ya no hay bebés en la casa, la exigencia del adentro va
cediendo paso a otras necesidades y alguno de los miembros de la pareja
confusamente empieza a no entender cómo se llegó hasta aquí. En este caso María
denuncia con su malestar su disconformidad.
María fue transitando por diferentes momentos
en su terapia, en la que se trabajó su sobreadaptación
a las normas para no traer problemas y ser querida por ello, el esfuerzo que
realizó siempre negando el desplazamiento que había sufrido, no sólo por el
nacimiento de su hermano sino porque además venía con una enfermedad que
capturó y supuestamente enfermó a su madre, y la rabia que le produjo esto. Se
le mostró el comienzo de la desvirtuación
de sus sentimientos, ya que
para ayudar a cuidar a su hermano, a
pesar de que le diera vergüenza, pensando que era mala por sentirse
avergonzada, lo paseaba por las calles en su silla de ruedas. Pudimos
relacionar en parte su casamiento precoz, a sus 19 años, como una forma de
alejarse de tanto dolor familiar por la muerte de su hermano. Vimos que la
elección de Juan representaba un modelo distinto del de su padre en cuanto al
desempeño económico, razón por la cual ella se desentendió de sus propias
actividades en las que había sido exitosa; ahora podía seguir el modelo materno
de dependencia, Juan era confiable, incluso para cuidar a sus padres. Se
trabajó el vínculo con sus padres en el que su rol era de hija/madre, ya que si
bien los idealizaba, por otra parte captaba su condición endeble de forma no
consciente y por eso los cuidaba y no quería llevarles problemas, por el
contrario, se los solucionaba. Se trabajó sobre la modalidad silenciosa de su
familia, ya que no decían nunca lo que les estaba pasando y María estaba
siempre atenta para descubrirlo, y cuando lo descubría se hacía cargo: como
ejemplo, este padre dispendioso sin comentar llegó a endeudarse al punto de
casi perder todo, debió recibir ayuda económica de ella y de su marido y nunca
más mencionó esta deuda. Su madre callaba. Se trabajó cómo la presencia de sus
síntomas la protegían de tomar una conducta activa de enojo con lo que no le
gustaba en general y con su familia primaria y su marido en particular. Se
cuestionó fuertemente sus creencias acerca de lo que era natural y de lo que
era importante. En este punto se ve con muchísima claridad cómo el valor cultural- social asignado
al trabajo del afuera, del mundo laboral en este caso del hombre, desvirtúa el
accionar de las mujeres que se avocan a las tareas del cuidado de la familia,
ya que para mostrarle a María cómo ella desvalorizaba su trabajo cuestioné con
humor la actividad del marido del siguiente modo: María, vos decís que tus
actividades no son importantes porque tenés ayuda para el trabajo pesado y por
eso no tiene valor. Quiero preguntarte sobre la actividad de tu marido, me has
dicho que él tiene negocios donde vende ropa de mujer que ellos fabrican, no?
Tu marido corta esas prendas?, las cose?, limpia los locales personalmente?
Hace las vidrieras? Limpia los baños? Obviamente la respuesta era que no hacía
nada de todo esto, sino que era el que pensaba y delegaba tareas y diseñaba
estrategias de venta, supervisaba la calidad y controlaba el rendimiento y la
expansión de su empresa. Esto sirvió para mostrarle cómo ella se pensaba a sí
misma y cómo lo pensaba a Juan. Ya que con sus respectivas empresas, ella la
casa y él en sus negocios, funcionaban de un modo similar. Se trató de darle
confianza en sí misma valorando en su medida todos los esfuerzos realizados en
relación con sus hijos y recalcando el esfuerzo doble que esto implicó para
ella, ya que a su edad, mientras se encontraba cambiando pañales en su casa, el
resto de sus amigas ocupaban su tiempo bailando o yendo de aquí para allá
haciendo experiencia. Se valorizó el coraje que tuvo para adquirir tantas
responsabilidades sin haber tenido el tiempo suficiente para ella de transitar
más libre por la vida y de ese modo desarrollar lo que ahora estaba
desarrollando, que es el permiso de ser ella. Pudimos hacer foco en el tema de
la educación de los hijos y los límites, ya que parte de su agobio era
solucionar cada requerimiento de los hijos como cuando eran bebés, y aquí se
trabajó la importancia de poder adoptar conductas nuevas para nuevos
acontecimientos. Los chicos no eran bebés y ella ya no tenía veinte sino
treinta.
Se hizo
hincapié en la fuerza de lo cultural
inyectado vía familia acerca de los roles
femeninos y masculinos. Se
planteó el concepto de estructura familiar que tiende a mantenerse en
equilibrio y que el cambio de uno de sus miembros trae aparejado una nueva
coreografía que suscita un enorme malestar. Obviamente, a medida que María se
iba revalorizando el marido se enojaba cada vez más. María estaba cambiando,
requería tiempo de él, diálogo, comprensión, reconocimiento, tiempo libre para
ella y el respeto tanto de su persona como de sus tiempos. Éste fue un momento
muy duro para María, ya que su marido nunca había sentido que las cosas no
estaban funcionando bien, por lo tanto consideraba los cambios de María como
consecuencias del accionar de "estos psicólogos" como él le decía, en
este caso Yo. María estaba tan asustada que por momentos ella también creía que
era su terapia la que había generado todos estos encontronazos y no que era
ella misma la que no soportaba más la angustia con la que estaba viviendo
anteriormente. La dificultad para poder discernir lo que admitiría y lo que no,
fue muy grande. El hecho de que sus padres pudieran enterarse de sus problemas
la angustiaba, debía seguir cuidándolos. Poco a poco algunos de los problemas
de su psicología se fueron transformando en problemas de la realidad, ya no
está deprimida, se siente bien y activa. Nota la dificultad de ella para decir
no, para hablar de sí misma, para hablar de sus padres, para compartir lo que
le pasa con amigas. Empezó a hablar más y a poner algunos límites a los chicos
y tímidamente a su padre y a su marido. Identifica claramente el proceder de su
marido y en algunos aspectos no coincide ni en lo que piensa, ni como lo dice.
Retomó sus estudios, comenzó a trabajar y sigue luchando para que su marido
acceda a una psicoterapia. Su tratamiento lleva menos de un año y
permanentemente se están reforzando sus descubrimientos y señalando sus
encubrimientos .
He traído
este caso por las miles de Marías que existen y por la gran cantidad que veo en
mi consultorio.
Dado mi modo
heterodoxo de trabajar, he ido incorporando distintos enfoques para la escucha
de mis pacientes. Me ha sido de enorme utilidad tomar en cuenta la variable de
género y la incidencia que tiene lo cultural en el desarrollo de estas
estructuras psíquicas femeninas, ya que puedo concluir que mas allá de cada
historia particular, de cada entramado histórico personal, a pesar de que los
tiempos han cambiado, los mandatos femeninos de "obediencia debida"
siguen operando aún con la fuerza de la legalidad de lo que debe ser,
convirtiendo a las propias mujeres en las perpetuadoras de lo mismo que las
sojuzga.
La
posibilidad de pensarse autónomas y decidiendo con respecto a su propia vida
les resulta impensable a un gran número de mujeres que aceptan sin cuestionar
este lugar de sometimiento.
Es indudable
que el beneficio secundario de esta postura es sentirse protegidas, aunque no
lo estén. He visto muchas mujeres poner en mano de sus maridos su patrimonio
personal y luego quejarse que su marido les da poco dinero para vivir, aunque
él gaste indiscriminadamente. La idealización del cónyuge, como la de los
padres, les permite vivir en un mundo ilusorio de cuidado, transformándolos en
más que humanos. Ellas están llenas de dudas y suponen que el hombre no y que
los padres tampoco Esta negación las envuelve en una trampa sin salida. Cómo
revelarse ante lo que se cree, lieralmente, " ciegamente". Esto da pie a mostrarles que valiente no es el que no
tiene miedo, sino aquel que lo enfrenta y lo atraviesa. Los padres no son Dioses, los hombres también
tienen miedo. Los hombres también pueden ser sobreadapatados como ellas, aunque
ninguno de los dos lo sepa.
La
valorización de la actividad de la mujer en la crianza de los hijos y el
trabajo que esto conlleva se ve desdibujado por la importancia que tanto
hombres y mujeres le asignan a la provisión económica. Este fenómeno justifica
a algunos hombres para desentenderse de lo que implica la paternidad en cuanto
a compartir con sus mujeres criterios de educación de sus hijos, que también es
sumamente importante.
Los hombres,
al igual que las mujeres, están atravesados por la cultura, razón por la que
quiero recalcar que no se trata de víctimas o victimarios sino de humanidades
en sus Nieblas, marcados por las diferentes culturas particulares y englobados
en una cultura dominante. El rol de algunos hombres es tan duro como el de
algunas mujeres en la medida que están rígidamente designados para cumplimentar el lugar de la autoridad,
sostén económico, fortaleza y etc, etc, etc.
Tema complementario del que hoy expongo, que espero poder desarrollar en
otro trabajo.
Este tipo de
problemática sigue y seguirá abundando en nuestros consultorios, y será tratada
en forma particular, de acuerdo al saber y entender de cada terapeuta. Cada
caso obtendrá un grado de éxito determinado, siempre que no fracase el vínculo
terapéutico. Pero además del enfoque clínico necesario, y dadas las
incuestionables raíces culturales de este conflicto, es algo que sin dudas
merece ser tratado a nivel de la PREVENCIÓN.
Es por eso
que me parecería de enorme utilidad, a modo de prevención, planificar e incluir
en la educación de los jóvenes, como parte de su formación, un trabajo
concienzudo acerca de: 1) Incidencia de lo cultural en los roles femeninos y
masculinos. 2) Búsqueda de la propia identidad
3) Autonomía responsable 4) Trabajo y matrimonio como proyectos de vida.
Que en definitiva es lo que he señalado en los diferentes items de esta
presentación.
Para
concluir quiero compartir con ustedes, colegas, trabajadores de La Niebla,
depositarios de tantas lágrimas de nuestros pacientes, una definición que he
extraído hace años de la autobiografía de Frida Khalo acerca del significado de
la palabra Lágrimas, que dice: Lágrimas: Negativo de la sangre, en el fondo lo
mismo. Fluidificación de las palabras, del cuerpo. Licuación de las heridas
cuando no cicatrizan.
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