sábado, 3 de septiembre de 2011

Prólogo - Reflexiones de una mujer de 60.

De La Nuca


Nací en 1947. En el momento de escribir esto tengo 63 años; y me encuentro con que a esta edad suceden muchos cambios que se evidencian en el cuerpo y en la mente, en nuestra psicología, en nuestras creencias. ¿Tal vez, también en el alma?

Soy madre de dos hijos ya casados, soy abuela y estoy enamorada de mis nietos, tengo un marido con el que me llevo muy bien, soy psicóloga, trabajo, hace tiempo que estoy tratando de ponerme a escribir, pero no encontraba ni el sujeto acerca del que quería escribir, ni el modo. Mi marido y mis amigas me alientan permanentemente a que lo haga, y una de ellas me señaló que era una pena que no ejercitara mi humor como lo hacía tiempo atrás.

A partir de ahí, algo pasó; y casi sin darme cuenta me reconecté con esa parte irónica y bromista que me permite hablar de lo que me preocupa (o de lo que me ocupa), y de las cosas que me pueden causar tanto risa como dolor, alternativa o simultáneamente. De lo que no hay duda es que me provoca es un enorme placer poder hacerlo.

Después de tres años de escribir en mi blog sin rutina , últimamente le dediqué mas  tiempo y tuve una participación mas frecuente y activa en él.                                                                                              Hasta hace poco tiempo mi escritura, no tenía mas finalidad que expresarme. Sin saber las derivaciones que podía tener, en octubre de 2013 en Francia, visité  a la Dra Marie Francoise Fuchs presidenta de la  Organización OLD UP quien se mostró muy interesada en mi escritura, ligada a "El envejecimiento"  y es así que mediante su recomendación, hoy soy miembro responsable para La Argentina, de la Organización internacional " Pass It on Network".
Esta organización está al servicio de el reposicionamiento del adulto mayor tanto en el ámbito personal, social como laboral..Cuando se ayuda a mejorar todos estos aspectos  por carácter transitivo se mejora el estado de ánimo. Vislumbrar un nuevo sentido a la propia existencia tiene un impacto positivo para uno mismo y  el entorno.

Recuerdo siempre una frase que he repetido incansablemente desde que me la dijo, hace años, la madre de una amiga: “No te quejes, nunca serás tan joven como hoy”. Es una verdad obvia, pero por serlo no se toma conciencia de eso. Por lo tanto gocemos de la inmejorable juventud de cada día. Que como verán, si las personas crean y tiene una actitud pro activa de conocer y contactarse, algo aparecerá en sus horizontes para aportar sentido y entusiasmo a este tramo de la vida



De Los Ojos


Los ojos pierden la nitidez y se necesita más de un par de anteojos para circular por la vida. Esto es una ventaja, ya que si vieras el proceso en toda su dimensión, la aceptación de los cambios en nuestra cara y en nuestro cuerpo sería más difícil aún.

La naturaleza se mezcla con nosotros. O nosotros nos mimetizamos con ella. A cierta edad, es frecuente el diagnóstico de cataratas ¿A quién se le puede ocurrir que podemos llevar un accidente geográfico en esa parte tan importante de la cara? Queremos verlas, no poseerlas.

Algunas personas mayores ven una especie de mosquitas (género insectos) transitando por sus ojos indisciplinadamente. No son alucinaciones, quédense tranquilos. Son producto del envejecido humor vítreo, que le trae aparejado al portador un humor de perros (reino animal). No caben dudas acerca de nuestra integración y fusión con el todo.

De la Pinta


Pienso en la Pinta y me viene a la cabeza La Niña; no por mí, sino por las carabelas. Pero además, creo que la Pinta y La Niña nos habitan. Obvio que ahora no hablo de las carabelas. Tanto una como otra deben dejar paso a otra “pinta”, y la niña debe devenir en individuo o individua (como diría nuestra presidenta), hecho que no siempre sucede.

¿Debo apegarme a mi aspecto exterior, que va a cambiar indefectiblemente? La actitud más adecuada para enfrentar este cambio sería la del desapego a la exterioridad, ya que todo sucederá aunque no me lo proponga y acontecerá aun contra mi voluntad. Si queremos apegarnos a algo, la conducta que más nos beneficiará es el apego a la libertad. Es casi lo único bueno de crecer: ser libre. O intentar serlo. Tratar de despertarse y respetarse, quererse, gustarse uno mismo, gordo, flaco, arrugado o no. Hacer lo que uno quiera dentro lo posible. Es fácil decirlo, lo sé, y difícil hacerlo; pero no tengo duda de que se puede.

Vislumbro algo compensatorio, o de equidad, con el paso del tiempo o envejecimiento. Noto en lo corporal que: los lindos se ponen más feos y los feos más lindos. Es probable que, al ponerse más feos, los lindos se emparejen con quienes siempre lo fueron. ¿Lo han notado? Recién ahora me queda claro ese dicho: La suerte de la fea (a futuro) la linda la desea. Hay que tener un poco de paciencia, sólo hay que esperar unos 50 o 60 años para que la fea sea linda y la linda fea.

Además, La Pinta y la Niña no son lo de menos (ni lo de más); no son infinitas, son finitas (o gorditas, si nos ponemos literales). La Pinta y la Niña siempre cambian. Y ahí esta el quid de la cuestión.

Por ese motivo creo que los liftings son un peligro, no porque te puedas morir, sino por los peligros que conllevan. Entre ellos la negación de la realidad, del paso del tiempo. Hecho que dificulta enormemente la asunción de lo que en la vida pasa. Y lo que pasa, es que pasa. El espejo representa un llamado de atención permanente. Nuestra interioridad, la mayoría de las veces, no hace acuso de recibo de este tránsito. Se le da más prensa al tránsito lento de la panza que al de la vida, que es tan rápido. Y lo que intenta la cirugía es llevar para atrás, pero la vida va para adelante; y en esta puja de fuerzas en la que una empuja para atrás y otra para adelante aparecen, como dice el tango, “caras extrañas” de gente conocida que se vuelve desconocida para el entorno y aun para ellos mismos. ¿Qué se dirán a la mañana en el espejo, mucho gusto soy… mmm? ¿Me gusto o no me gusto? Casi como Ser o no Ser. That is the question. Y lo que me preocupa es el después, porque es probable que quedes parecida a vos misma, pero cuando empieza todo a ser nuevamente tironeado por la gravedad ¿como irás quedando? Me parece un riesgo enorme; miren si no a la Duquesa de Alba. Y no crean que cito a la Duquesa para jactarme de haber viajado mucho o de leer la revista Hola europea, sino por mi falta de valentía para poner en evidencia a nuestros propios “monstruos nacionales”. Pero que los tenemos, los tenemos.

He tenido la oportunidad de ver a muchas mujeres operadas a quienes, al tratar de sonreír, se les tensa un lugar extraño, como por ejemplo el cuello; o se les cierra más un ojo, o se les tuerce la boca. Y no sigo más por piedad.

En algún momento lúdico de mi vida intenté pensar si había alguna característica de lo corporal y de lo conductual que permaneciera para siempre idéntico a sí mismo. Creo que no, estoy casi segura de que no se tiene nada igual para siempre. No se es joven para siempre, ni flaco, ni gordo, ni alto, ni bajo, ni bueno, ni malo. Tampoco generalicemos; como siempre, hay excepciones que confirman la regla, en las que algunos quedan jóvenes para siempre. Por ejemplo, Nacha. ¿Malos para siempre? Tengo algunos ejemplos en la punta de la lengua, pero elijo ser prudente. Me dirán que las personas bajas seguirán siéndolo; eso es así, pero todo es relativo: con el paso del tiempo, así como los altos se acortan, los bajos se acortan más todavía.



Del oído

Por ahora, me siento afortunada, no siento ninguna diferencia en la audición. Oigo bien, pero en mi entorno empiezo a notar algunas dificultades, básicamente en los hombres. No le digan a nadie, pero digo EN LOS HOMBRES para disimular. Yo generalizo para que pase más inadvertido y no se ofenda mi marido, quien pone un poco alta la televisión, ¿por qué será? O le digo: Mi amor, está sonando insistentemente tu celular, ¿no lo notaste? Tocaron el timbre hace rato, ¿no abriste? ¿Por qué será? No digo que escuche menos. No, no.

Quiero contar lo más objetivamente posible un episodio que pasó hace poco en el cine. Fuimos con un grupo de amigos, entre los que estaba mi cuñado. Estaban sentados él y un amigo, uno al lado del otro, hablando en voz baja (eso creían ellos, siguiendo sus standards de 70 y pico de años largos). La película estaba empezando; un señor en la fila de adelante se estaba impacientando con el rumor de esa charla, y profería espaciados chistidos, Sh, Sh, hasta que finalmente se dio vuelta y en voz alta y de mala manera les dijo: ”Me hacen el favor de callarse de una vez “ A lo que mi cuñado le respondió educadamente, con una mezcla de ingenuidad e intriga (cosa que sucede cuando uno está lejos de darse cuenta de lo que está provocando): ”Perdón señor, ¿qué me está diciendo? No piensen que yo digo que él no escucha. No,No Mi cuñado no acusó recibo del enojo, porque al no escuchar lo que le decían, se concentró en la película y santo remedio.



De los Remedios

Ésta es una actividad que tiene lo suyo, requiere concentración, ser metódico y ordenado. No sé qué pasaría si dejáramos de tomar la cantidad de cosas que nos recetan para cada día, pero por si las moscas tenemos que cumplir. No son pocos los recaudos que hay que tomar para no confundirse, a saber: algunas píldoras deben ingerirse media hora antes de desayunar. Otras antes de almuerzo, algunas lejos de las comidas, otras con las comidas, otras una hora antes de dormirse. Mi consejo es plastificar las indicaciones, y a la lona. Las debemos llevar con nosotros por donde andemos, sin peligro de quedar desconcertados en el medio de ese laberinto de nombres y de horarios. El problema del plastificado es que no se puede tildar si la pastilla indicada se ha tomado o no, y si se empieza a dudar y se toma otra, por las dudas no hayas tomado la prescripta, es posible que se tenga que ir semanalmente al médico a pedir una nueva receta de los mismos remedios, con el consecuente incremento del presupuesto, amén de las intoxicaciones que podemos provocarnos. Otra vez, los laboratorios agradecidos. A ellos, que nos cuidan tanto, les devolvemos en sobredosis las atenciones recibidas.

De las hormonas

Y ni hablar de la actuación de las hormonas que se encargan de transformar tantas pero tantas cosas, que no sé como logran cumplirlas con tanta eficiencia. Dicen que “quien mucho abarca poco aprieta”, pero en el caso de las hormonas no es así.



a) Del carácter

Lamento comunicarles que esto, sin duda, empeora. Adivinen a qué está ligado el cambio de carácter. Sí, a lo hormonal. Si la llegada del período menstrual nos alteraba, no les cuento lo que pasa con su retirada. Lo que es increíble es que eso, que acontece a lo largo de casi cuarenta años de nuestra vida, nos haya sorprendido mensualmente. Mes tras mes nos preguntábamos invariablemente: no sé que me pasa, estoy irritable y sensible, con ganas de llorar. ¿Será psicológico? ¿Estaré deprimiéndome? ¿Será por algo que pasó con él? No hay perder la oportunidad de culparlo. ¿Mis padres tal vez? A los padres tampoco. Nuestro carácter es mucho “pedor” (parafraseando a uno de mis nietos a los dos años, al que no le salía decir peor). Porque seguimos sin saber lo que nos pasa, pero ahora más rabiosas que antes; y ni siquiera está el alivio de saber que después de menstruar volveremos a la normalidad, porque ella se fue para no volver. A los hombres también les da malhumor; podría ser su andropausia, pero lo más probable es que estén hartos de tener una menopáusica irritable a su lado.



b) De la temperatura

Tenemos diversos tipos manifestaciones de esta nueva etapa a la que se denomina CLIMATERIO, palabra que proviene del griego Klimater, cuyo significado es escalón. Lo que les faltó especificar es si es ascendente o descendente (el escalón). No se pueden dejar las cosas tan abiertas a la interpretación. Hasta que averigüé que Climaterio no hacía referencia a los cambios de temperatura que sienten las mujeres, yo endiosaba al inteligente al que se le había ocurrido una denominación tan justa.

Alrededor de los cincuenta años empezamos a tener alteraciones de nuestro ciclo menstrual. Su desaparición, creo que a pocas mujeres les preocupa. No se alegren, no es tan sencillo este proceso femenino. Lo que deja de suceder por un lado, las pérdidas lógicas del período menstrual, se convierte en torrentes de sudor por otras vías: nuca empapada, piernas, espalda, lugares rarísimos. En algunos casos, la sudoración hace que amanezcas con el pelo pegoteado, parado, empapado.

Están las de otra categoría, que son las que tienen sofocones diurnos. Les sube el calor como un fuego, se ponen coloradas, y después de un rato cede hasta la próxima oleada, que acontece al rato. Ahí empuñan el abanico a la espera de que a algún iluminado se le ocurra inventar un aire acondicionado portátil, para la cartera de la dama o el saco del caballero.

La sensación de calor corporal, en general, aumenta en ese período. Razón por la que todo tu vestuario, con el que te sentías cómoda, elegante, divina, deja de ser funcional a tus necesidades. Y lo grave no es solo eso, que ya es bastante, sino que sucede algo apocalíptico para algunas mujeres: sus panzas otrora cóncavas comienzan a ser convexas. Todo por culpa de esas malditas hormonas. ¿Por qué tuvieron que incluirlas en nuestro cuerpo? Siguiendo con lo que les decía, ahora no solo no nos sirve la ropa por el calor que sentimos, sino porque al ser abdominalmente convexas, nos cambia la figura, ergo la talla, y todo lo que era metido para adentro (blusas, remeras, etc.) tiene que ir por fuera de los pantalones y polleras. Se necesita una punta de talles más. Esto ya se convierte en algo insoportable.

En un principio no sabés como vestirte, ni dónde comprar la ropa. Hasta que te vas acomodando al conjunto menopáusico que empezaste a integrar sin saberlo.

Otro de los problemas que acarrean estos cambios de temperatura son las peleas conyugales. Aquellos que nos conocieron con un termostato todo terreno se encuentran, sin aviso, con que ahora queremos abrir las ventanas o prender los equipos de aire en pleno invierno, y nuestros partenaires, que ya no son jovenzuelos tampoco, están siempre al borde de la neumonía. Y te pasás diciendo: Viejo, te traigo una tacita de té. Disculpame, no soy yo, son mis hormonas. Ellas son las que te llevaron a semejante deterioro. Les aconsejo hacerse socios de un buen servicio de salud previamente, para estar preparadas para el evento.



c) De los huesos

Otro capítulo en el que lo hormonal mete la cola son los huesos. Si llegás a tener osteoporosis, estás en el horno. Atención: peligro de quebraduras. Te convertís en una futura posible candidata a no poder valerte por vos misma. Esto daría lugar a que tus hijos impartan, a alguna persona responsable (tutor o encargado) las siguientes instrucciones: sáquenla cuando haya sol y éntrenla cuando esté lloviendo. De todos modos no lo tomen al pie de la letra porque tampoco es tan así, no es que te convertirás necesariamente en eso que describo. Soy terriblemente exagerada.



d) De los Pelos

A esta edad se notan particularmente los cambios que acontecen a nivel corporal; el pelo cambia de textura. El color deja de ser el natural, a esta altura tiende al gris y yo no tengo nada en contra de ese color, es más, siempre me pareció muy fino, pero no para portarlo en mi cabeza. Yo me digo lo que decía un amigo: “No, gracias, me repugna”. Eso sucede siempre y cuando tengas la suerte de que algunos pelos subsistan en algún lugar de tu cuerpo. Lo paradójico es que faltan donde estamos acostumbradas a lucirlos y crecen de manera anárquica y descendiente en partes extrañas, como por ejemplo en la barbilla, o en los bigotes. Por eso muchas señoras mayores pinchan. El tema de pinchar en este caso no es satisfactorio. Me parece que Freud no se dio cuenta de que, en la adultez mayor, la mujer es recompensada por su histórica envidia al pene; en su reemplazo, la naturaleza nos otorgó un elemento erecto y alargado, para alardear o tal vez para vengarse pinchando. Lo que es seguro es que no hace falta viagra alguno para su erección. Sale una y otra vez con el mismo vigor. Por fin seremos parecidas a ELLOS, los varones. Cuesta pero se llega.

e) De la tiroides

A esta altura de la vida ya no se es más oligarca o proletario. Se es Hipotiroideo o Hipertiroideo. Si pueden, sean hipertiroideos; creo que es mejor. Me parece más canchero, ya que tienen el metabolismo acelerado y así queman grasas. Mientras los hipo las juntan. Pero en fin, uno no lo elige, hay que resignarse. Los laboratorios son tan buenos y solidarios que a cada patología le están buscando un remedio; no recuerdo si era así o al revés, que a cada remedio le buscaban una patología. Da lo mismo, ¿no?

Si sigo con este tema me voy a deprimir antes de terminar el capítulo. Pero les diré que es casi interminable.

De la evolución

Escuché muchas veces, a lo largo de mi crecimiento, el siguiente cliché: “… si no sos comunista a los 20 años, sos boludo a los cuarenta…” (perdonen mi francés) Mi experiencia me indica que esto es al revés: si no se es un poco boludo hasta los 20, ¿cuándo lo vas a ser?. Esa época ofrece un abanico enorme de posibilidades. Se puede ser desde muy idealista hasta un snob insoportable. Es un momento embrionario de las personas, con estímulos muy fuertes y elecciones importantes a realizar, sin tener experiencia en casi nada. En ese período es común sostener la autoestima basándose en el prejuicio y en la discriminación. Recuerdo algo que me pasó a los doce años: yo tenía esa edad pero estaba en segundo año del secundario, y varias chicas, que se las tiraban de intelectuales, se me acercaron y me preguntaron si sabía quién había escrito “La Divina Comedia”. Se me hizo la noche, me sentí morir; para mí, ese momento era “una maldita tragedia”. Seguro que yo me defendí pensando de ellas: estas grasas, mersas, etc. Ambas necesitábamos afianzarnos por las inseguridades que padecíamos: unas preguntando, yo pensando discriminatoriamente.

Depende de los estratos socio económicos que tomemos como parámetro, pero los veinteañeros de la clase media a media alta no tienen calle. ¿No es ése el MOMENTO para equivocarse? Además, afortunadamente, se cuenta con mucho tiempo para aprender y reparar. Pero si no se va elaborando una relación respetuosa con los otros camino a los cuarenta, de ahí en adelante, hay muchas chances de convertirse en un superboludo. ¿No lo creen? Las personas de los diferentes medios sociales, con su potencial, despliegan sus posibilidades; y se inauguran lazos. Se forma un nuevo conjunto en la vida, por afinidad. Es esto a lo que me refiero cuando hablo acerca de la equidad o de lo compensatorio que nos empareja con el prójimo. Sería deseable que los individuos fueran más elásticos, comprensivos, solidarios con el paso del tiempo. En general, el proceso de conocerse y saber de las limitaciones propias lleva mucho tiempo, y el batallar con ellas aún mas; pero este aprendizaje favorece para poder revisar las inconsistencias que sufrimos durante la evolución de nuestra propia vida.

Hasta aquí todo muy bonito, pero ¡surprise! Todo esto que enuncié no sucede en la mayoría de los casos en general, y en particular no se manifiesta con frecuencia, en los adultos mayores. Esto se develará en el próximo capítulo.



De las incontinencias

Si bien el adulto mayor puede haber evolucionado en el sentido expuesto anteriormente, resulta que la mayor seguridad adquirida en el transcurso de la vida, la laxitud muscular y el cansancio de los años hacen lo suyo. No hay ni tiempo, ni ganas de disimular lo que se piensa o se siente.



a) De la incontinencia verbal

Los adultos mayores se callan poco, dicen lo que quieren, se les cae de la boca lo que piensan (amén de la comida). Hace algunos años, la madre de una amiga me invitó al festejo sus 90 años. Ese día yo había trabajado desde temprano en la mañana hasta las ocho de la noche; estaba cansadísima. Era un día lluvioso, húmedo. Una tragedia para mi pelo. Llegué a casa para acicalarme un poco. Sentía que no tenía arreglo posible. Me hice una cola de caballo, me cambié y partimos para el ágape. Ilse, que así se llama la señora del cumpleaños, de origen y acento alemán, me expresó a boca de jarro: Silvia, estás ¡horible! Esa Schwantz (cola de caballo) que te hiciste, te queda ¡horible! Como yo ya no era una niña, me causó gracia lo que me decía tan livianamente; y a partir de ahí, la palabra horible remplazó a la de las dos erres entre mis allegados. La otra opción que podría explicar la incontinencia sería que, inconscientemente, aparezca esto de “Hable ahora o calle para siempre”; y como la conciencia de finitud no es sonsa, prefiere aprovechar la oportunidad y decir lo que supone debe ser dicho. No sea cuestión de arrepentirse y que luego sea tarde. Total, tenemos toda la muerte por delante



b) De las otras incontinencias

Me parece innecesario explayarme al respecto. Al que le quepa el sayo, que se lo ponga. Lo único positivo que tengo para aportarles es información. Alégrense. Si a alguna lectora le sucede que, cuando tose o estornuda, se le escapa invariablemente un poco de orina, tiene solución. Según indicación médica, pueden incorporarles una pequeña prótesis detrás de la uretra y es como si dijeran: Sin Salabín, despareció el orín (esta vez sí, gracias a la cirugía).

De la abuelidad

Como abuela me bautizaron Shila. Soy la misma y otra a la vez. Despertaron en mí una soltura enorme para demostrarles el amor que les tengo. Y me divierto un montón con ellos.

Cuando los voy a visitar, experimento la ansiedad que sentimos frente al encuentro con alguien que nos despierta una enorme ilusión.

Ser abuelos y que se desarrolle un espacio y una modalidad dentro nuestro para desempeñar el rol, lleva su tiempo.

Los nietos nos encuentran con otra edad de la que fuimos padres y nos enfrenta a la situación novedosa de ver que hay dentro nuestro para con esas personitas.

El paso del tiempo, a veces, permite focalizar mejor nuestros vínculos. El haber transitado vivencias y haber resuelto diferentes temas, posibilita la dedicación mas tranquila a lo que uno se avoque y ahí están nuestros nietos como parte importante de nuestros intereses.

El abuelazgo despertó en mí sensaciones particulares que fueron variando según el tiempo pasa. Las primeras visitas a mi primer nieto me resultaban extrañas.

Me llevó su tiempo reconocer que cuando decían –acá llegó la abuela a visitarte- hablaban de mí. Me parecía un poco agresivo. La sensación era como si me lo dijeran a propósito. Claro, lo decían a propósito de mi visita. Que nos nombren Mama en general a todos nos cae bien. Que nos llamen abuela, no tanto. Reflexionando el porqué, me di cuenta que no es el abuelazgo lo que cuesta aceptar. El ser abuelo viene de la mano con tener la edad para serlo y envejecer puede resultar hasta casi vergonzoso. Nuestra sociedad propone como parámetros los valores de la exterioridad como belleza sublime. Y a pesar de que las mujeres fuimos ganando espacios en nuestra cultura pocas veces he visto una cosificación tal de nosotras mismas, consentida por nosotros y nuestro entorno¿ Han mirado la televisión y lo que se ve ? A la ancianos se los denomina clase pasiva pero lo que creo que es pasiva es la sociedad que conformamos en su conjunto, desde nuestra juventud, en la que no hacemos nada para abolir semejantes paradigmas que logran adormecernos hasta a hacernos creer en las cosas mas superfluas y estúpidas que lindan con la locura. Las chicas de 15 años se hacen implantes mamarios, mueren algunas por colocarse líquidos en los glúteos.¿ Que nos está pasando? No hacemos nada por pelear contra lo que nos proponen y desarrollar valores que den cuenta de lo mas constante que podemos tener los seres humanos como nuestra afectividad, necesidades de amor, de solidaridad, respeto, de buen trato, de valorización de nuestros pensamientos y creencias, envejeciendo pacíficamente, creando nuevas categorías de belleza, ya que si vivimos, todos vamos a transitar los caminos de la vejez. Lo que muchos hacen es huir para atrás con sus cirugías , como si fuera posible, en lugar de combatir la imbecilidad en la que quedamos atrapados hacia adelante. En vez de operarnos las caras, el culo, las tetas, no sería mejor que nos operemos el cerebro? No, pensándolo mejor eso sería pasivo. La imbecilidad es acordar que el adulto mayor es feo, no debe ser escuchado y encima debe esforzarse para parecer mas joven. Vieron la propaganda de Reumosan? Vieron a ese actor de 90 años corriendo con pelo largo y mostrando su vitalidad? Me quiero matar, ser mayor no es perder el sentido de la estética, no había alguien viejo elegante y atractivo? O aquellas propagandas que donde muestran que podrás sostener los dientes con felicidad gracias al pegamento?.

Si no nos ayudamos a salir de esta trampa, no solo lo pasaremos peor de lo que deberíamos sino que lo estamos permitiendo y atentamos contra nosotros mismos. Hagamos que las corporaciones se interesen en nosotros de otra forma y nos dejen de vender remedios y pegamentos para la dentadura. Que inventen algo que nos seduzca, donde está la creatividad? Saben porque les resultamos menos atractivos? Porque descubrimos que la podemos pasar mejor con menos cosas y a ellos eso no les gusta. Los ingresos de los jubilados son misérrimos en Argentina, la lógica perversa sigue prometiendo paraísos al que gasta la plata porque la tiene y se puede seguir engañándolo. A quien le va interesar cambiar algo, sino a nosotros los mayores? No se olviden jovenzuelos que vuestro futuro como el de todos, es ser mayores y en vez de convencernos de lo maravilloso que es no tener arrugas piensen en que podrían aportar y aportarse para llegar enteros internamente a la vejez

Coetáneos respetémonos y luchemos por lo que creemos. No está muerto quien pelea.

Esto me hace recordar las enseñanzas que impartían nuestros padres con respecto a la las relaciones sexuales. Cuando yo era chica para muchos círculos sociales, la virginidad era un valor a ser tenido en cuenta. No quiero detenerme en eso, sino en el hecho de que el día que te casabas después de años de represión y considerar al coito como pecado mortal, se suponía que tenías que pasarla bomba y tu relación sexual debería ser un jolgorio de un día para el otro. A quien se le ocurre esta posibilidad? Con la vejez pasa lo mismo.

Uno será de viejo lo que ha podido elaborar y atesorar en su trayecto. Si has sido capaz de asimilar experiencias y metabolizarlas posiblemente tendrás mucho para dar y transmitir.

Ahora entienden porque me provocaba sentimientos encontrados que me digan abuela? Porque la…. “lucha es cruel y es mucha pero lucha y se desangra por la fe que la empecina”( gracias Adriana Varela)

Lo expuesto podría haber sido la arenga para crear un nuevo partido político, dios me guarde. En lugar de eso cree otra cosa.

Fundé la Ungué. Su nombre provino del modo en que mi nieto D. lloraba pareciendo decir Ungué, Ungué. D. fue nombrado presidente a de esa institución sin fines de lucro (mas bien con fines de gasto) y yo quedé en la línea fundadora. Me fui de viaje y aproveché para comprarle ropa en USA y Europa para que el presidente luzca a la altura de su cargo,. El objetivo de la Ungué fue palear los sufrimientos bebísticos mediante la invención de canciones que aludían al momento que atravesaba el presidente: fuertes dolores de panza o cuando le costaba tanto sostener su cabecita erguida estando panza abajo y su cabeza bamboleante, me hacía temer un golpazo contra el piso. El ver que la adquisición de cada habilidad requería de enormes esfuerzos de su parte, me impulsaban a cantarle y darle fuerza. Mi hijo miraba azorado lo que hacía la demente de su madre que cantaba y bailaba ( parecía un ritual de los indios). Me parece que creyó que yo me tomaba en chiste lo que él tan seriamente encaraba, su paternidad. Para mí no era ningún chiste, era mi modo de buscar mi vínculo con mi nieto y me daba cuenta que tenía una soltura enorme para hacerme la payasa, cariñosamente. Nunca había tenido conciencia de esas posibilidades mías y me las permití. Ese fue “un acto de resistencia” mayúsculo. Ahí defendí mi libertad, no me dejé vencer por lo que a mi hijo le parecía ridículo y me lo hizo saber con contundencia.

La libertad adquirida y mis ganas de verles las caritas de asombro, han logrado que yo, que odio disfrazarme, ya haya sido Pablo Backyardigan, Tyron y Mickey Mouse sucesivamente a lo largo de un año.

Mi nieto mayor, hace poco, se dio cuenta de que Mickey Mouse era yo, y el muy cretino me dijo: Mickey no “esiste” y sos vos porque tenía las manos arrugaditas. ¿Tanto regalo y tanto amor para eso? Estaba tapada de cabeza a pies por el personaje de Mickey, y el no haber encontrado los mitones en el momento de disfrazarme me valió semejante comentario. ¿Les parece?

Mi hijo y mi nuera estaban comentando la muerte de Sábato, y D., que escuchaba, les preguntó por qué se había muerto; ellos le dijeron que era muy viejito. D., que vaya a saberse por qué se acordó de mí, preguntó: “¿la abuela Shila es muy viejita?” y repitió: “No quiero que se muera, no quiero que se muera”. Por fin una buena. Ni el haberme sacrificado poniéndome esas cabezotas de los disfraces en las que uno se ahoga y termina bañado en sudor me salvó de los comentarios ad hoc con respecto a la edad.

A los tres años debería tener claro a quien se le dice viejito y a mi me enseñaron que los únicos viejitos son los “Trapos”.

A medida que mis nietos crecen y formulan preguntas me doy cuenta cuan temprano comienzan sus temores a la muerte.

Por ese motivo entiendo que las abuelas quieran evitarles todo tipo de angustia innecesaria a sus nietitos haciéndose cuanta cirugía haga falta. Traten de quedar de modo que ellos las reconozcan, es solo un consejo.

Del cuerpo mayor

He tenido una idea para aquellos a los que les molesta expresar los años, y viven persecutoriamente los cambios de década: cincuenta, sesenta o setenta años. Pueden utilizar un modo chic de disfrazarlo quedándose siempre en los cuarenta años y agregándole la diferencia como los franceses. Los franceses, para expresar setenta años, dicen soixante-dix . O sea: 70 es 60 más 10. Nosotros tomaremos como referencia los cuarenta, y si queremos expresar cincuenta diremos cuarenta-diez, si queremos expresar sesenta diremos cuarenta-veinte, y así sucesivamente. Si lo usan los franceses, ¿por qué no lo vamos a usar nosotros?

Existen dos momentos especialmente difíciles en relación con el cuerpo: la adolescencia y la vejez. Los dos son procesos. El proceso de convertirse en mujer u hombre con la aparición de los signos que los caracterizan (barba en los varones, desarrollo de mamas en las mujeres y todos los caracteres secundarios de cada sexo) viene acompañado por enormes inseguridades . Del mismo modo en la vejez, cuando van desapareciendo funciones y atributos que se incorporaron en la juventud. Esto genera una enorme confusión con respecto a cómo es uno con el nuevo esquema corporal.

Todos sabemos que la llegada de las estaciones no se produce de manera abrupta en la fecha que indica el calendario, sino que los cambios se van gestando de a poco; y es probable que nos demos cuenta de que la estación se instaló cuando vemos los signos de su presencia: hojas caídas en otoño, árboles desnudos en invierno, florecimientos en primavera, una explosión de verdor en verano.

Con la vida humana es igual. Nos damos cuenta de la adolescencia o la vejez cuando los cambios en su conjunto son evidentes. Acostumbrarse a eso es muy difícil. Hay una necesidad de aceptación por parte del otro, queremos asegurarnos de que hemos devenido en personas aceptables en los dos extremos de la vida. A diferencia de los viejos, en ese proceso los jóvenes tampoco sienten seguridad interior; ni lo exterior ni lo de adentro parecen estar afianzados. En los mayores, el sufrimiento es sólo por una parte: el cuerpo. No por el todo. Uno sería el duelo por la niñez perdida; el otro, el duelo por la juventud.

¿No les ha sucedido de encontrarse con algún conocido del colegio y no tener ni idea de quién era hasta que les dijo su nombre? Por lo tanto, esto de ser uno mismo no se lo crean. Creo que la naturaleza nos va poniendo la cara y el cuerpo de toda la familia. Esto, para que no haya celos ni apropiaciones. Nacemos pareciéndonos a nuestra madre y terminamos pareciéndonos al tío de nuestra abuela. Si se sienten mal con la apariencia de ahora, no se preocupen; piensen si hay alguien lindo en la familia extendida y después de ciertos calvarios (por ejemplo, parecerme a algún tío “horible” transitoriamente), tendré la cara y/o el cuerpo de ésa que me gusta. Sólo hay que tener PACIENCIA.

Tanto mujeres como hombres, ante una relación nueva, pueden sentir vergüenza y miedo a la desnudez y a la exposición del cuerpo. Se pone en juego el hecho de gustarle al otro. No olviden que el cuerpo es el que cubre al alma y están íntimamente conectados.

Las mujeres tienen más pudor y además son exigentes con ellas mismas en relación con su apariencia, y de acuerdo a sus propios criterios se censuran aunque sus compañeros las halaguen. Pueden decirse al pasar, como si no tuviera importancia “Mirá mis piernas, estoy hecha percha”. En el momento de mostrarse desnudas ante su pareja aparecen temores: mi panza es un flan, ni pienso ponerme acostada de costado, se va a expandir mi vientre por la cama Ni qué hablar si su pareja es nueva; esto para las mujeres grandes es un tema muy espinoso, pueden querer tener relaciones con un tapadito encima que le cubra esos brazos que se empecinan en flamear y de paso les tape la pancita, y si es posible que también le oculte los muslitos.

Probablemente la mujer argentina sea más reprimida que otras, y cautelosa en ese aspecto. Algunas son capaces de morirse de calor y resistirse a darse un baño en el mar, si piensan que el pelo les puede quedar mal. Aún habiendo ido a una playa de ensueño a la que fueron expresamente. Si se sienten gordas o fláccidas o con várices, no quieren ponerse un traje de baño ni que las maten. Ni qué hablar de caminar unos pasos con ese atuendo. A pesar de los cambios que vengo enunciando que se producen en el interior, que hacen que las personas nos aceptemos más, que respetemos nuestros cambios, gustos, criterios, lo del cuerpo es diferente. Y miren que lo hemos trabajado con nuestros psicoanalistas, hora tras hora, año tras año. Después de haber intercambiado largamente con mis colegas acerca de las bondades de los tratamientos para estos casos, y de haber visto tantos fracasos con respecto a este tema, llegué a la conclusión de que el psicoanálisis sirve; lo que no sirve es el cuerpo. A quién se le ocurre dotarnos de algo interno cuyo crecimiento, evolución, aceptación y aprendizaje lleva mucho tiempo de elaboracióm y cuando estamos sabiendo mejor cómo llevarlo se nos pudre por afuera. Es muy fuerte.

Lo importante es la belleza, aunque nos derritamos o nos rajemos en su preservación. Somos tan obstinadas que estiraremos nuestro cuerpo todo lo que podamos. ¿O acaso no lo dijo ya la Tortuga Manuelita, que se fue a París, porque acá todavía no se había desarrollado en plenitud la cirugía plástica? La estiraron del derecho y la estiraron del revés, y la culpa la tuvo el tortugo del que se enamoró. Ella lo dice: Vieja no me va a querer (ya les dije, ellos siempre tienen la culpa) y era cierto que en esa época el tortugo estaba saliendo con una tortuga de tres años. Creo que la escuela de cirugía plástica debería darle una mención a la tortuga precursora de los estiramientos y llamar a una de sus aulas “MANUELITA”.

Cuando tenía cuarenta años vivía en un edificio muy elegante, en un barrio ad hoc. Salí de casa vistiendo una falda de lana que era larga hasta casi los tobillos y cuya cintura tenía elástico, un sweater corto arriba, una bufanda, botitas con medias enrolladas de lana sobre unos collants negros. Al volver, dejé el auto en el garage para que el garagista lo estacionara. Me dirigí por un pasillo camino al ascensor principal. En ese pasillo había un operario puliendo los pisos e impedía el paso. Amablemente le pregunté si podía dejarme pasar, a lo que el señor, muy atento, me dijo que sí y se apartó. En ese momento la máquina pulidora enganchó la punta de mi falda y se la fue fagocitando, mientras yo veía azorada cómo se deslizaba desde mi cintura a mis caderas y de ahí para abajo sin parar hasta mis tobillos, internándose en las profundidades de la máquina pulidora de pisos. En ese momento, como si fuera lo más natural, di un salto y me desprendí de la pollera para que la máquina no terminara conmigo en el suelo. Mi falda, al fin libre de mí, quedó enrollada en el vientre de la máquina. El operario tironeaba de la falda; nunca me miró, ni yo a él. Estábamos los dos consternados con el desarrollo de los acontecimientos. No se nos ocurrió desenchufarla. En medio de ese panorama apareció el portero que vio a la señora del segundo piso, o sea yo, en pantys apoyada contra una pared. Con cara de sorprendido, me invitó a subir a mi departamento de la siguiente manera: “Señora, ¿quiere ir por el ascensor principal?” Pensé “qué me habrá querido decir”, y le respondí: “¿A usted le parece que estoy en condiciones?” Me di vuelta y, como quien no quiere la cosa, me trepé al ascensor de servicio, que estaba a un paso. No había llevado las llaves de casa; tuve que tocar el timbre. Lorenza, una querida persona que trabajaba con nosotros, me abrió. Al ver la expresión de su cara le dije rápidamente: “Acabo de perder la falda abajo”. “Noooooooooo” me respondió. Con lo que me quedaba de dignidad, le dije: “Lore, usted me vio salir. ¿Cómo piensa que pude salir así?” Ella se tiró al piso muerta de risa y yo fui a mi cuarto a mirame en el espejo. Ahí entendí porque Lore lloraba de risa.

Si esto me hubiera pasado a los 15 años creo que me habría costado meses salir a la calle nuevamente y enfrentarme con los que me vieron. Por suerte, si bien no todo pudor se pierde con la edad, alguno innecesario se deja en el camino, como la falda, y otros los seguimos portando aunque nos hagan mal, como los que se nos pueden despertar ante nuestras desnudeces compartidas. Pude superar el bochorno porque este episodio me sucedió teniendo la seguridad física y emocional de los cuarenta años y no la inseguridad de una adolescente ni la consciencia del cuerpo envejecido, que averguenza menos pero molesta más.

De los hijos

Este bolero lo podríamos haber escrito cualquiera de los padres en el momento que los hijos se despiden de nosotros para hacer su vida:” No es falta de cariño te quiero con el alma y en nombre de este amor y por tu bien te digo adiós.” Nosotros les diríamos que se queden, pero sabemos que no sería bueno para ellos..
Solo a los humanos les puede ocurrir que la independencia de los hijos les duela, a pesar del trabajo que da el ser padres. ¿Seremos masoquistas?
El surgimiento del psicoanálisis aportó un cambio significativo en la lectura de las conductas de los hombres y sus motivaciones. Al buscar la etiología de las conductas y de los modos de pensar y sentir de los individuos se las relacionó con la personalidad de sus padres y la influencia que estos tuvieron sobre sus hijos. En general se resaltó lo negativo de las influencias. Se pasó de una cultura en la que los adultos no podían ser cuestionados a otra en la que la autoridad paterna estaba mirada bajo la lupa.
Esa etapa le tocó a los de mi generación. Los padres fueron los responsables de que sus hijos fueran sicóticos o neuróticos en el mejor de los casos. Ese status psicopatológico lo lograban gracias a sus padres y si salían más o menos libres de angustias mayores se lo debían a ellos mismos y a sus fortalezas para lograr sobrevivir. Me parece un tanto injusto este planteo. Estos cambios de paradigmas trajeron aparejado desconcierto en la crianza de los hijos. Cuando junto a mis congéneres nos tocó ser padres, tuvimos un enorme miedo de ser “ los responsables” de los padeceres de nuestros hijos, como nosotros habíamos responsabilizado a los nuestros.
Se operó inconscientemente de esta forma: de ahora en más les preguntaremos a los chicos qué tenemos que hacer con ellos, qué quieren, qué les gusta, también lo que no les gusta y lo que no quieren. En general no lo dicen porque no lo saben –hecho lógico siendo niños; entonces los miraremos a la cara tratando de descifrar lo que les gustaría, con un miedo atroz de dañarlos. Lo adecuado sería qué los adultos confíen en lo que les parece apropiado para el chico aunque a él no le guste, pero ¿y si se frustra y sufre? Ahí ya nos estamos equivocando, ¿adónde pensamos que los estamos trayendo cuando los concebimos, a Disneyworld? , ¿a un lugar exento de dolor?

Entonces, una vez tomada la decisión de hacerles las preguntas inadecuadas a las personas equivocadas creímos que iría todo bien y ya no seríamos los culpables de nada. Y así fue. Así fue que se dejó picando en el campo de los hijitos responsabilidades que no estaban en condiciones de asumir y se propició el desarrollo del concepto de orfandad del que hablamos los psicólogos. Si los niños saben todo y deciden acerca de todo, quiere decir que no hay padres, son huérfanos, no hay nadie que les ponga límites, ni que los contenga. Nosotros, estos psicoterapeutas de miércoles (digo de miércoles porque ahora los pacientes nos vienen a ver sólo una vez por semana) ¿por qué no hablamos anticipadamente acerca de este peligro?
La inercia que puede tener una forma de mirar la realidad es muy fuerte. Tan fuerte que si nos quedamos mirando para atrás podemos chocar con lo que viene por delante. Queriendo evitar el autoritarismo se puede caer en la anarquía.

Otra vez, queriendo evitarlo, los padres se convirtieron en culpables y con razón.
Y los chicos devenidos en adultos se siguieron quejando y echando culpas a sus progenitores, que, ya exhaustos de haber batallado con sus padres autoritarios y sus hijos convertidos en déspotas, no saben qué hacer. Podemos verlo a diario no sólo en los consultorios sino en los medios de comunicación. Se ve a niños descontentos pegarles a sus maestros y los padres, en lugar de sancionarlos, agreden a su vez a quienes sancionaron o reprendieron a sus hijos.

La mayor parte de la gente se ve involucrada en las teorías en boga de la época que les toca vivir, sin poder relativizarlas. El paso del tiempo hace que, en muchos casos, puedan ser revisadas. Mientras este proceso sucede, asistimos al holocausto de la autoridad. Me refiero al asesinato virtual la autoridad paterna por medio de los cuestionamientos que nuestra generación propició y nuestros hijos presenciaron; este hecho posteriormente nos llevó al suicidio como autoridades parentales. Amén de cantidades de factores adicionales socioeconómicos que han colaborado en la relativización de ciertos valores y en los cambios de paradigmas.

Yo soy psicoterapeuta y en realidad he sido muy cuestionadora de algunos abusos interpretativos. También soy madre y he transitado los paradigmas de la época que me ha tocado vivir; no siempre he acordado con ellos, pero tampoco he podido escaparme.

De la Memoria



DE LA MEMORIA

La memoria, aquella memoria que nos ha dado tantos servicios –útiles e inútiles- durante tanto tiempo, en esta etapa se declara en huelga parcial con sus portadores y esconde las actividades que queremos desarrollar, en un albergue transitorio,. Por suerte, los tiempos de este albergue son cortos, ya que nos expulsa de su ámbito nuevamente hacia la actividad que nos habíamos propuesto realizar. Por ejemplo, buscar algo en el dormitorio o en la cocina, recordar a quién teníamos que llamar. No se preocupen, esto no es Alzheimer; siempre y cuando el albergue sea transitorio, se vuelve.
Otra de las fallas de la memoria, que no tiene la más mínima importancia pero que es habitual en este período, es la que se da en relación con la edad. Por momentos se olvida la edad propia porque uno se ha convertido en mayorista de años vividos; entonces poco importa tener uno más, o dos menos. Vienen a granel.

De los Padres


Fuimos hijos. Algunos de mi generación aún lo son. Estuvimos signados por creencias de una época en la que el modo de ser y actuar de los padres se lo relacionó causalmente con la problemática de sus hijos Se sobredimensionó la focalización en ese vínculo. Creo que con esa lectura, lo que se obtuvo es, más claramente, juntar rencor y hostilidad hacia los padres. No nos dimos cuenta de la trampa en la que nos enredábamos con ciertos reduccionismos psicológicos. En ese contexto, si nuestros padres fueron responsables de nuestros padeceres, nosotros seremos responsables de los padeceres de nuestros hijos.
Es natural que aprendamos nuestros patrones conductuales, morales, éticos y estéticos de la matriz de la que provenimos y que también nuestras angustias mas profundas provengan de esos vínculos primarios; estos daños indelebles que cada uno en mayor o menor medida lleva consigo nos acompañaran como marcas de fábrica. Elaboraremos lo que podamos y como podamos. Estoy convencida que las psicoterapias ayudaran en ese proceso. Pero lo que hay que destacar es que los daños que nos puedan haber efectuado, son producto de los daños que los que nos los infringieron a su vez recibieron de sus predecesores y éstos a su vez de los propios. Tan largo es éste camino que yo creo, sin equivocarme, que la culpa la tuvo Adán. ¿A alguien le cabe alguna duda? Aunque tampoco le quitemos toda la responsabilidad a Eva. Eso es: fueron ellos dos.
Miren ustedes, algo tan sencillo y evidente. ¿Qué pasa con nosotros? ¿Acaso hemos hecho sucumbir en nuestro inconsciente lo de la manzana? No se puede creer que nos haya llevado tanto tiempo y que hayamos gastado fortunas en psicoterapia, sin hablar de ellos. Son vox populi y hasta vox Dei los antecedentes transgresores de esa pareja. Son los responsables de habernos caído del paraíso. Y? Nos distrajimos hablando de cualquiera de nuestros padres, que si jorobaron fue hecho en dosis homeopáticas, comparándolo con Adán y Eva que jorobaron a la humanidad y en gran escala.
Ser padres es la tarea más difícil que se pueda imaginar. En esta tarea estamos solos con nuestras incertidumbres. Los padres estamos influenciados por las corrientes de la época, y las teorías van rotando.
Dependemos de nuevas informaciones o, a veces, de viejos desconocimientos de la ciencia sin resolver a ciencia cierta. Me asombra que en lo que me ha tocado vivir hasta la fecha he visto que un acto aparentemente sencillo, como es la forma de acostar a un bebé en la cuna, ha sido cambiada por lo menos tres veces, siempre diciendo que la posición del momento era la mejor. La imagen que me viene a la cabeza es la de un pollo rostizado al que van dando vuelta. Primero se los acostaba boca abajo, aduciendo que éste era “el modo” indicado para que no se ahogaran; después, de costado, porque ahora sí habíamos dado con la verdad de la milanesa con respecto al ahogo; luego boca arriba, por la muerte súbita (¿y que pasó con los ahogos con su propio regurgito?) Creo que seguirán rotando a nuestros bebés buscando la posición mejor.
Yo me he pasado años preguntándome de quién es la culpa en relación con los hijos: ¿del chancho o de quien le da de comer? Que me disculpen los hijos, no creo que sean chanchos, es una metáfora. Me parece que los psicoanalistas se basaron en este refrán para adjudicarles toda la culpa a los padres, que son, después de todo, los que dan de comer. Seguro que Freud me censuraría con mi metáfora del chancho, porque como buen judío, supongo que no querría tener nada que ver con ellos (los chanchos). No nos engañemos, esto es un chiquero, porque muchas veces se ensucian los terrenos de los vínculos con especulaciones que tratan de bucear en la etiología de los padecimientos humanos y lo único que consiguen es embarrarla.