Trabajo presentado en 16º Jornada Anual de Fundación Prosam
Envejecer cambiando versus Violencia y Patología
La idea de
presentar este trabajo es compartir con ustedes, colegas, lo que tenemos en
común. Con certeza, lo que tenemos en común en este instante es que estamos
vivos, y que nunca seremos tan jóvenes como hoy. De modo que el paso del tiempo
es un suceso que, además de asemejarnos con el prójimo, caracteriza nuestra
humanidad.
Pero lo sorprendente es que pocas veces nos sentamos a reflexionar sobre esto. En general se vive como algo lejano o
angustiante ya que lo que pasa en la vida, es que
pasa.
La sociedad de
consumo conspira contra nosotros al ponderar con insistencia los atributos que
se le asigna estereotipadamente a la juventud.
Genera confusión en los jóvenes, ya que se promueve
un ideal centrado en una imagen de belleza al que, aún poseyendo juventud, la mayoría no puede acceder.
Éstas son
estrategias de marketing, no son enseñanzas de vida útiles para crecer,
desarrollarse y envejecer. Hay que hacer un enorme esfuerzo para cambiar los
paradigmas de lo deseable. Dada la magnitud de la difusión de estas creencias,
está muy incorporado el rechazo a la vejez. Y esto es violencia.
En general, los
mayores renuncian a este estereotipo en principio por imposibilidad que luego
se transforma en aceptación, no sin lucha. Poseen menos apetencias de lo
externo. Los que no logran elaborarlo, están condenados al padecimiento.
La cultura
occidental no rescata la sabiduría de los mayores; esto también es violencia. Todos, si vivimos, llegaremos a ser ancianos.
Por lo expresado
nos toca librar dos luchas: una interna, ya que no estamos exentos de haber incorporado los prejuicios
acerca de la vejez, y otra externa, con el medio.
Les enunciaré
algunas apreciaciones acerca de los adultos mayores: son feos,
obviamente se alejaron de la lozanía de la piel y del 90- 60- 90. Además: no entienden, son lentos, para qué nos
sirve su saber si el mundo cambió, nadie aprende con la experiencia ajena, los
viejos no escuchan, molestan.
Esto no
es cierto. Podríamos decir que muchas personas no entienden ni de jóvenes ni de
viejas. Se puede ser pesado o tonto en la vejez y en la juventud como también
se puede ser inteligente a la edad que sea. Hay juventud atenta y dispuesta a
escuchar y muchos mayores con idéntica vocación. Nosotros, que trabajamos en
salud mental, podemos dar fe de esto.
Lo que queda claro es que hay tantas
diferencias entre nosotros los mayores como las hay en el universo de los
jóvenes.
En general la persona anciana no es respetada. Recuerdo
el relato de una conocida quien acompañó a su madre de 90 años al médico porque
comenzó a padecer un cáncer: La señora era brillante, fue literalmente una de
las dos primeras mujeres egresadas que hubo en el país, de la facultad de
ciencias económicas, estaba absolutamente lúcida. En la consulta, el médico en
todo momento le habló a la hija, nunca
le dirigió la palabra a la paciente, y de lo que justamente se trataba,
era del cuerpo de ella y de su enfermedad. La hija sintió dolor y vergüenza por
el lugar en el que la ponían a su madre y se preguntaba como se sentiría ella
ante semejante situación. Esto lo hizo un médico, un profesional de la salud. Esto es violencia.
Un
pensamiento que figura como anónimo en una publicación de Mercedez Jones , quien también trabaja en Argentina
en este tema, me pareció muy significativo: “Quien no descubre el verdadero
sentido de una edad, queda condenado a vivir lo peor de ella". Lo que se
necesita, en el transcurso de envejecer, como a lo largo de toda la vida, es
flexibilidad para acompañar los cambios. Y la toma de conciencia de que es
necesaria nuestra participación activa a lo largo de la vida.
En el
envejecimiento se da un proceso parecido e inverso al que sucede en la
adolescencia. En la adolescencia se transforma nuestro físico ganando aptitudes
que nos cuesta mucho incorporar, con la consecuente inseguridad física y
emocional, propia de esa etapa. En la vejez se van perdiendo esas aptitudes y
también se transforma nuestro esquema corporal y nuestra visión de nosotros
mismos. Esto genera una enorme confusión con respecto
a cómo somos. El envejecer, por lo menos hasta la edad que estoy transitando y
de la que puedo dar testimonio, no es un estado que se adquiere de una vez: es
un proceso. Hay, más que nada, un interjuego en el cual vislumbramos lo que nos
está sucediendo, pero esas visiones alternan con momentos en los que no nos
damos cuenta, y seguimos viéndonos, en nuestro interior, como éramos antes,
mucho más jóvenes. Lo que afortunadamente acontece es que ahora, a pesar de
este duelo por la juventud, nos reconforta la seguridad mayor con la que
contamos. No tenemos el mismo packaging, pero el contenido en general, es más
rico y más sólido.
Lo que
creo que lleva a la posibilidad de pensar de un modo abierto el envejecimiento
y sin añoranzas "de ser joven" es
haber vivido todas las etapas que conocemos como cronológicas, aun sin respetar
la secuencia consensuada, para la época que nos tocó vivir. Pero hay que
vivirlas. Quien de joven no trota, de viejo se desubica o se asusta.
Los mayores de 60 años somos los de aquella generación de posguerra (1943/1953), la del
Baby Boom, donde hubo una explosión de la natalidad tanto en países como EEUU,
Canadá, Nueva Zelanda entre otros y también en los países en desarrollo. Somos
los pioneros, por la magnitud en número, en transitar la vida con este grado de
longevidad.
Si la expectativas de vida son de alrededor de 82.4 años en
Europa y 76 años acá y nos retrotraemos a evaluar lo que hemos hecho desde los
40 años hasta los 60, surgirá de por sí que es una cantidad de años muy grande
como para no planificarlos y darle un sentido y un proyecto.
No hay más padres, maestros ni jefes a los que haya que obedecer. Somos
nosotros, con nuestros propios criterios enfrentando la vida. Poseemos ya
experiencia y aprendizajes múltiples.
Mi interés por este tema se fue despertando a partir de
empezar a escribir y describir mi propio proceso de envejecimiento en un blog,
Reflexiones de una mujer de 60.
A medida que lo escribía recordé a una periodista y
escritora, Christiane Collange , de
la que había leído, 20 años atrás, el libro “Yo tu Madre” y me había interesado
mucho, por su sentido común y criterio de realidad. Quise saber su opinión
sobre el envejecimiento y sus múltiples influencias en uno mismo y con el
contexto familiar y social. Gracias a Internet, la encontré.
Por todos
estos aprendizajes y mi contacto permanente con estas asociaciones decidí
ponerme a trabajar para adaptar a nuestra idiosincrasia cultural las acciones
necesarias.
Christiane Colange denomina “Segunda Vida” al periodo
donde ya se ha terminado la necesidad de dedicar tiempo a la crianza de los hijos, se han experimentado
amores y hubo una dedicación importantísima al trabajo.
Según esta autora, la segunda vida arranca cuando las
variables de la primera vida se encuentran profundamente modificadas. Estos
cambios se van dando paulatinamente.
Un hito del cambio comienza con la menopausia, ya que
aleja a las mujeres definitivamente de la maternidad. Su advenimiento, en
general, no molesta. Lo que molesta son las consecuencias. Las mujeres padecen
una revolución hormonal, que transforma sus panzas otrora cóncavas en convexas,
el termostato se altera y en general empiezan a padecer en su interior un verano eterno, el color del
pelo también cambia, los huesos se fragilizan, se ponen irascibles. Con
tanto cambio, necesitan ayuda. Los grupos de reflexión en estos casos sirven,
lo que no sirve es el cuerpo, que costó tanto tiempo y esfuerzo aprender a
llevarlo con seguridad. Cuando ya se aprendió a lucirlo con comodidad y
prestancia, se marchita de manera implacable. Mirando lo positivo, ya no
quedarán embarazadas y no hay que tener precauciones al respecto. La sexualidad
puede ser vivida sin temores.
Otra característica de la segunda vida es la partida de
los hijos de la casa familiar. Se siente el cambio. No me referiré al nido
vacío, ya sabido; advierto a aquellos
que transitan por este período, para que rescaten lo positivo de las
situaciones que les toca vivir. En este caso se trata de hacer foco en la
recuperación de una autonomía perdida en
el momento de la incorporación de los hijos a nuestra existencia.
Si es que los hijos formaron una pareja se inaugura un
nuevo rol de suegra/suegro. Con sus posibles bemoles.
La
formación de una nueva familia de los hijos y el advenimiento de nietos nos
coloca definitivamente en la segunda vida. La presencia de niños a otra edad de
aquella en la que hemos sido padres, nos habla de tener la edad para haber
devenido abuelos; y este status cuesta metabolizarlo. No
cuesta ser abuelo, lo que cuesta es asimilar que se tiene la edad para serlo.
Los nietos son un generador de ternura y amor incomparable que moviliza y
conmueve. Se comparte un afecto enorme por los mismos seres: sus padres.
Y también compartimos un enemigo esporádico: sus padres.
Con respecto a los cambios psicológicos se trata de poder
rastrear nuestros deseos perdidos en el medio de los deseos de los demás. Esto
les sucede más habitualmente a las mujeres. En la medida que nos hemos dedicado
alrededor de 30 años a satisfacer los requerimientos familiares y
profesionales, nos encontrarnos con una libertad desconcertante, y elegir hacer
algo distinto a lo que estábamos habituados es un tema espinoso que lleva su
tiempo. Pero se puede.
Otro de
los fenómenos que acontecen a esta altura de la vida es la invisibilización. En
un artículo que publicó el diario La Nación hace muchos años, Silvina Bullrich,
que se sentía una linda mujer, relató que tomó conciencia de su vejez cuando al
entrar a un restaurant nadie se dio vuelta para mirarla.
Un punto
importante son los cambios que se dan en la pareja. Se vuelven a encontrar a
solas, y si ya están transitando voluntarios o involuntarios retiros de sus
trabajos, tienen que compartir el habitat, hecho inédito por lo general. Para
las mujeres acostumbradas a ser reinas de la casa es un trago amargo de digerir
y de aceptar tener a estos maridos, queridos o no, sentidos como okupas, tan
familiares y cercanos. Hay que renegociar espacios y el tiempo de cada uno. El
hecho de no trabajar no nos hace solidarios en el ocio, cada uno tiene que
implementar lo que le guste en el tiempo y forma que lo desee. Y tomar la
libertad que supimos conseguir. Si no se supo, hay que aprenderlo.
A muchos, su
identidad y estima se las otorgaba el trabajo. Se debe revisar dónde se han
puesto los valores. Se requiere de una evaluación interna de lo que cada uno
logró en su quehacer vital y qué es lo que ese trabajo le aportó. Algunos
individuos accedieron a brillos y reconocimientos públicos y privados. Algunos
tuvieron crecimientos más internos que externos, buena maduración y
capitalización de las vivencias. Otros, los que se quedaron con la pura exterioridad,
sufrirán más este proceso. Pueden tratar de huir para atrás hacia la juventud,
como si fuera posible e iniciarán ciclos vitales no afines con su edad. Paternidad tardía, salida con mujeres
jóvenes u hombres jóvenes, competencia con los hijos.
El tema
de la jubilación, para aquellos que no han podido lograr armar un capital que
los respalde, viene aparejado muchas veces de una preocupación enorme por el
dinero. Éste es un punto importante para ser tenido en cuenta tanto social como
individualmente. Esta situación viene de la mano del poder solventar o no la
vivienda en la que se vivió, y replantearse achicamientos.
Hay que reconocer
diferentes escalones dentro del envejecimiento; y el proceso descripto hasta
ahora es aquel que se desarrolla hasta alrededor de los 80 años, donde aparecen otras problemáticas particulares de
ese momento.
Se presentan situaciones que pueden llegar a
parecer graciosas por lo insólitas. Christiane
relata un encuentro para jugar al bridge de tres señoras inglesas de 95 años.
Mientras se aprestaban para jugar charlaron acerca de las novedades, y una dijo: Fue una semana
trabajosa, pero por suerte ahora me encuentro mucho más tranquila, por fin
encontré un geriátrico para mi hijo, el mayor, el de 75; no lo aguantaba más en
casa, se pasaba haciendo tonterías.
Si bien el envejecer es difícil, pude observar que se
hace más llevadero al compartir las experiencias cotidianas y afrontar las
dificultades que se jalonan en ella con aquellos que atraviesan las mismas
circunstancias. En los encuentros de pares se trabajan distintas problemáticas:
pérdida de capacidades, sordera, marcha. Amigos dispersos, enfermos,
exploración de los misterios de la memoria y las fatigas repentinas. Lograr
reírse de sí mismos. El humor interviene relajando.
Un aspecto que resulta muy interesante y necesario de
compartir en grupo es aquel acerca de la muerte, ya que ésta está negada en
nuestro mundo occidental. La posibilidad de hablar acerca de la muerte es la
manera de vivir mejor nuestra vida. Al tratarla se atenúan los temores y nos
tornamos más libres, autónomos y capaces de disfrutar con intensidad cada
instante. Se trata de aprender cómo vivir los años y no morir por adelantado.
El compartir grupalmente los recuerdos hace que los participantes reflexionen
acerca de lo que para ellos fueron hitos durante su vida. Las experiencias
vividas a través de la presencias, las ausencias, las repeticiones, ayudan a
medir el tiempo y lo orientan, se trate de acontecimientos o personas.
Otra anécdota relatada por ella: Se festejaban los 100 años
de una señora a la que su hijo le hizo un gran fiesta. Él tomó el micrófono y
dijo: Nunca pensé en poder festejar el cumpleaños número 100 de Mamá. La madre,
sacándole el micrófono, acotó: Nunca pensé en llegar a tener un hijo de 80
años.
La autonomía que
hemos incluido en nuestra vida y con la
que nos hemos desenvuelto muchos de los Baybyboomers hace que nos neguemos
rotundamente a ser un peso para las generaciones siguientes. No queremos
padecer presiones o sentirnos manipulados, queremos estar presentes, atentos e
independientes. Por esta razón es que queremos participar, pensar y poner en
acción lo que podamos aportar a la sociedad de creativo y útil.
El intercambio generacional es gratificante e importante
para propiciar y promover. Tenemos que conocernos mutuamente y ayudarnos. Es
fundamental aprender el manejo de la informática, los celulares, las cámaras
digitales. Toda persona que no se ponga al día con esto corre el riesgo del
aislamiento y de caerse del mundo. En
estas lides, los mas jóvenes son increíblemente capaces y lo que hay que armar
son espacios en los que los jóvenes expertos enseñen a los mayores. Se trata de
lo que puedan ofrecer unos y necesitar los otros. Concretar un trueque.
Otro de
los aspectos al que hay que dedicarle atención es a la evolución de las
relaciones con nuestros descendientes a
través del paso del tiempo, y la aproximación
“del gran
envejecimiento” (la grand Age). Se operan cambios sutiles, se acrecienta una
distancia con ellos en los dos sentidos: es probable que exista en ambas generaciones un deseo de protegerse. Es
habitual tratar de preservarse y evitar decirse
lo que podría emocionar o herir. Los grupos de reflexión son los
indicados para tratar estos temas acerca de: Acercamientos y alejamientos,
reflexionar acerca de los intereses divergentes que se suscitan en lo familiar
o en el terreno de la amistad. Las relaciones fluctúan y hay que recrearlas.
Hay que promover el tejido de lazos ahora y siempre, que
movilicen e incentiven la creatividad.
He sido invitada a ser representante para la Argentina de
una organización internacional cuya sede está en USA que se llama Pass It On
Network, que es una usina de proyectos para pensar y ofrecer alternativas a los
adultos Mayores.
Para concluir les voy a citar una pensamiento de Italo
Calvino, del libro Las Ciudades invisibles: El infierno
de los vivos no es algo que vendrá; hay uno, el que ya existe aquí, el infierno
que habitamos todos los días, que formamos estando juntos. Hay dos maneras de
no sufrirlo. La primera es fácil para muchos: aceptar el infierno y volverse
parte de él hasta el punto de dejar de verlo. La segunda es arriesgada y exige
atención y aprendizaje continuos: buscar y saber reconocer quién y qué, en medio
del infierno, no es infierno para darle espacio y hacerlo durar.”
Siguiendo ese camino, invito al que no
sea infierno a acercarse y aportar ideas. Será siempre bienvenido.