Confieso
que estoy contenta de ser mujer.
Me
resultó difícil descubrirlo pero por suerte ya hace muchos años que me di
cuenta de la riqueza de nuestro género.
Nací en
una familia, como la de muchos, en la que el lugar de la centralidad del hombre era incuestionable.
La mayor
parte de las/los pacientes que veo provienen de una estructura semejante.
Una de ellas me hizo, hace años, el siguiente relato: ..."Mi madre era una
mujer de una apariencia preciosa, era muy linda y con atributos interesantes a
desarrollar pero de una inseguridad fatal y con poca capacidad para
inspeccionar sus debilidades. Un señalamiento de alguna falencia le
desencadenaba un enorme malestar aunque fuera dicha como una contribución para
mejorar su propio posicionamiento hacia ella misma, su entorno y su vínculo
conmigo. Pero no pudo.
Continúa:
Siempre supo que tenía una aliada en mí. Mal o bien, estuve a su lado. De chica, defendiéndola a ultranza
de las descalificaciones de mi padre; de grande, de las de mi hermano".
Escuché este relato, que guardaba relación con un trabajo central en mí misma. El trabajo al que me refiero fue el de revisar mi propio machismo absorbido a través de las vivencias familiares, en detrimento mío y de lo femenino en general. Me tocaba ayudarla, a mí que ya había transitado por la corriente clasista y combativa (de género) que me permitió tener una visión distinta de los roles femeninos y masculinos, y aprendí a tener mis propios criterios al respecto. También a respetar las diferencias entre ambos sexos. Es difícil desarraigar creencias, pero se puede.
Me
pareció muy sanador el resultado al que mi paciente llegó después de trabajar a fondo esta
temática, y lo transcribo: ... "Estoy más que segura de que mamá me quería y yo también a
ella, pero no podía con su propia creencia
incrustada en su cabeza, la de que “Los Hombres” eran esos seres valiosos que
saben mucho más
de todo y que nos salvarán.....". Mi paciente ya hizo las paces con su madre y la
perdonó, dándose cuenta de que la época que le tocó vivir a su madre no era la misma
en la que ella se estaba desarrollando.
¿De qué deberían salvarnos los hombres?
La
fundamentación de esta creencia se me reveló hace tiempo y tiene una
significación profunda en muchos y muchas (lo digo así por nuestra presidenta,
si bien ella lo tiene más que claro). Si hay algo que una mujer no va a ser
nunca, es ser hombre (¡bah, ahora ya no lo sé!). Si creemos que los hombres saben, que los hombres pueden,
que tienen la capacidad intelectual de resolver temas importantes, de
desarrollar carreras profesionales con solvencia, de generar plata, la mujer se
siente desrresponsabilizada de esas tareas ya que “la naturaleza” así lo
indica. Mejor dicho: la cultura así lo
determinaba. Esta postura dominante del hombre
sigue vigente (menos, pero sigue) en relación a lo remunerativo/valorativo
laboral y en el hecho de detentar el poder en general. Si los hombres saben y
pueden, quedémosnos tranquilas, no hay nada por lo que preocuparse, ellos lo
resolverán o lo inventarán porque pertenecen al género masculino. Nosotras solo estaremos atrás, para
hacer todo lo demás que no sea lo económico,
todo eso que en definitiva no es “lo
importante”. Si enumeramos todo lo demás, los aburriré con una lista de varias
carillas, pero ¿qué importancia tiene todo lo demás?
Lo peor
es que si no logran concretar estos designios, la sensación de fracaso de ellos
es aplastante y la de ellas igual. ¿Qué se hace en esos casos, si la cabeza o la posibilidad para resolver
“ESO” tanto lo de los hombres, como lo de las mujeres, la tiene el otro? Esto
corre para ambos sexos: femenino y masculino. Si a los hombres se les pide que
concreten las tareas que mencioné como “Todo lo Demás” de las que se ocupan las
mujeres, los caballeros se quieren matar. Si bien lo desvalorizan, los
apabulla. Del mismo modo, si a las mujeres se les dice: Debes hacerte cargo de
lo económico, el terror las embargaría.
Aclaremos
que esto no sucede en las clases trabajadoras, en
las que el lugar de la mujer es en general el
lugar de “La Mujer Maravilla”, sino en la clase
media alta. Todo ha cambiado mucho, pero lo veo aún en mi
consultorio.
Me tocó
participar en una comida con algunos
matrimonios en los que los hombres charlaban entre ellos y sus mujeres,
sabiendo que yo era profesional y ejercía, disculpándose, me dijeron que ellas
no se atenderían nunca con una mujer en ningún rubro ni especialidad. Yo les
respondí, sin querer ser ofensiva, que no se preocuparan, ya que a mí me había pasado lo mismo de
chica.
Recuerdo
una oportunidad en la tuve una entrevista con una psicóloga a mis 21 años; huí
despavorida, no pude escucharla. Yo también creía así, que las mujeres no
sabían, ergo no tuve confianza en lo que me podría decir. Hoy lo pienso y me
parece tremendo el sufrimiento que produce semejante creencia de uno mismo. ¡¡¡Qué desamparo nos pueden infringir semejantes
apreciaciones!!!! ¿Cómo dudar de la capacidad de las mujeres solo por serlo?
Trabajé muchísimo
estos aspectos y me doy cuenta de
que aún persisten en muchas mujeres que miran llenas de miedo su futuro si los
hombres no están cerca de ellas.
Y los
hombres buscan resolver las carillas de “Todo lo Demás”, en general, con su mujer u otra ( si es que se han separado ), que le guste y que se encargue de hacerlo.
Lo más llamativo es que (harto evidente por sus propias
capacidades) en muchos casos trabajaron igual
que los hombres, y en otros casos ganaron más que ellos; pero aún así, lo que transmiten es casi la letra de el
bolero: YO SIN SU AMOR NO SOY NADA.
Por lo que voy exponiendo y que ha sido aprendido a lo largo de la vida es que me animo a afirmar la mayor placidez que se puede disfrutar en "la segunda vida", tras haber desmitificado tantos ídolos, desenmascarado a tantos fantasmas y tornado reales y falibles a los supuestos "poseedores del saber" de cualquier género.
Cuando cualquiera, sea hombre o mujer, se siente que sin el otro no existe, es presa fácil de la manipulación. Tema interesante que trabajaré en otra entrada del blog.
No hay comentarios:
Publicar un comentario